Huelva

La literatura del Carnaval no pasa por su mejor momento

El autor contestatario ya no vende, el romántico no gusta, y el gracioso se está perdiendo

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En los últimos certámenes, pocas agrupaciones han llegado a sorprenderme, pocas han levantado mi vello mientras narran sus breves historias al compás del tres por cuatro, y pocas me hacen profundizar más allá del Gran Teatro.

A veces, siento que el concurso supera el entusiasmo de la propia fiesta, que de alguna manera, absorbe la esencia carnavalera.

El Carnaval es algo más que rivalidad en las tablas, debe ser algo más que ganar a los oponentes. Da la sensación de  que los autores, ya no escriben para el público, más bien para convencerlos.

Se niegan o no quieren decir las verdades, ya no dicen lo que piensan, sólo buscan los temas que les otorgue un lugar en los más alto. Pienso que han vendido su alma sin importarles el precio que han de pagar. “Ya no me suena nada a nadie”. Un mismo grupo, cada año pierde su rastro, sin mantenerse fiel a sus principios. Lo importante, no es el sentir de un autor, director o integrantes de una agrupación, es ganar por encima de todo. Ahora se lleva la frase, “esto no vende” aunque sea mi inquietud. Es lo que exige el ritual del concurso, y/o me adapto o no seré nadie, por mucho que mis letras digan. Aquí vale más un nombre que miles de pasodobles.

Es triste observar cómo la competitividad está por encima de todo, como se dejan seducir, perdiendo su propia personalidad. Dicho afán por lograr el premio, va más allá de las tablas, creándose estrategias desde todos los espacios y lugares existentes. Ya no es suficiente con subirse a los escenarios, ahora se gana a través de las críticas, de las relaciones, de internet. El juego mediático influye tanto en el ambiente carnavalero, que muchos autores y directores, incluso prohíben que los integrantes escriban en ellos, que opinen, que den su visión, para no entorpecer el único objetivo: Ganar.

Este carnaval egocéntrico, está perdiendo mi interés, me aburre.

Letras vacías, sin personalidad, llena de mentiras y provistas de dramas. Lágrimas fáciles y adornadas con buenos montajes. El autor contestatario ya no vende, el romántico no gusta, y el gracioso, se está perdiendo. Atrás quedó la conquista de nuestro gallinero, de la literatura que rompían los esquemas, del “aquí estoy yo, y esto es lo que pienso”. La valentía en la pluma, brilla por su ausencia. Los temas se repiten hasta la saciedad, sin ideas propias, sin personalidad, sin madurez en su desarrollo. Vuelve la rima de “Logroño” de la “olla”, y nos quedamos tan panchos, pues al final, la gente se ríe, y eso es lo que verdaderamente les importa.

Autores contestatarios,
que buscan sólo las mieles,
como los burros del campo,
ya no piensan, sólo duermen

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