Las balsas de la vergüenza

Parece que hablar de ello es incurrir en la alarma social, como si el que carga contra el atentado ecológico y sanitario que supone esa guarrada inmunda no fuera tan de Huelva como los que tienen el pecho amoratado de tantos golpes con su onubensismo manido, delirante y apalancado

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Hay un proyecto viable del Departamento de Física de la Materia Condensada de la Universidad de Sevilla, el CSIC y la Universidad de Cádiz,  en colaboración con la Universidad de Huelva, encerrado en el cajón de la Junta desde el año 2011. Hay unos proyectos pilotos anunciados por Díaz Trillo en marzo de 2010 de los que nunca más se supo. Hay una promesa electoral estrella de Pedro Rodríguez y los suyos con la que se ganaron un gran número de votos en 2011, y ya si eso recuperarán la promesa cuando se acerquen los comicios municipales de 2015. Hay una condena judicial contra el oligopolio de Villar Mir, que se está saltando a la torera ese precepto, carente de sentido y de aplicación para los poderosos, de que ‘quien contamina paga’. Y hay una ciudad, Huelva, y su entorno, que siguen teniendo de vecinos okupas 120 millones de toneladas de fosfoyesos que habitan en 1.200 hectáreas de nuestra masacrada marisma. Parece que hablar de ello es incurrir en la alarma social, como si el que carga contra el atentado ecológico y sanitario que supone esa guarrada inmunda no fuera tan de Huelva como los que tienen el pecho amoratado de tantos golpes con su onubensismo manido, delirante y apalancado. Digo yo que los que no mueven ni un dedo por dar salud a esta tierra enferma de cáncer pensarán que no pasa nada, que como esos residuos radiactivos que se pasean por nuestro aire sin control no se ven, pues tan malos no serán. Y que sigan ahí el tiempo que haga falta, que tampoco vamos a presionar al pobre Villar Mir para que nos devuelva  todo lo que nos robó con su podrida Fertiberia.  Nadie presiona, nadie se activa, nadie lo marca como prioridad... Increíble pero cierto. Es como si la situación estuviera normalizada, como si se hubiera asumido que esa porquería enfermiza formará parte de nuestro paisaje por los siglos de los siglos, como si a nadie le importara que Huelva conviva con un vertedero radiactivo... Como si de esa tan repetida seña de identidad formara parte porque sí que en familia sí familia no, haya algún miembro con alguna enfermedad importante. Pero es que aquí fumamos mucho, venden algunos. Es igual. Sigan alabando las bondades de Huelva, su pasión cofrade, su jamón y sus gambas, su Rocío, su Recre... y que nadie pegue de una santa vez un golpe sobre la mesa y exija que se empiece a solucionar  ya el caos medioambiental y sanitario que provocan las balsas de la vergüenza, los silenciados fosfoyesos.

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