Que a mí no

A mí que no me engañen ni me busquen la fibra sensible

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A mí que no me engañen ni me busquen la fibra sensible. A mí, no. ¿Qué legitimidad puede tener una entidad bancaria, llámese La Caixa, para apelar a mi solidaridad? Para mí, ninguna. ¿Qué lección me puede dar sobre el reparto justo una institución que se pudre en su riqueza, llámese la Iglesia con su Cáritas, para llamar a mi altruismo? Que no hombre, que no, que a mí no. ¡Qué hartón de hipocresía! Y más ahora, en la falsa Navidad.  Época en la que los grandes culpables buscan su redención con campañas de marketing para hacer ver que son los salvadores del mundo.  A ver si se van a creer que son ellos los que han inventado eso de ayudar al prójimo, mirar por los demás y tender la mano al necesitado. No. No es que se lo crean, es que nos lo quieren hacer creer. Con migajas publicitarias entre sus cajones repletos de mentiras y miserias. Con sus mensajes de caras bonitas y famosas para enmascarar los rostros que han ido desfigurando con sus puertas para adentro. Con su cinismo bendecido me piden que done algo de lo mío para colaborar ¿con quién? ¿Con sus marcas? Venga ya. A mí que no vengan a venderme su logística para facilitar el reparto. Ni me miren con el ojo tapado por la viga de la inmisericordia, esa que les impide ver que la solidaridad, los valores, la bondad y la empatía no los han inventado ellos. Cuando ellos den ejemplo de altruismo repartiendo de corazón sus innumerables riquezas; y se dejen de campañas esporádicas para lavar su imagen y maquillar sus despilfarros; y hagan a todos partícipes de sus millonarios beneficios; y miren al hombre cara a cara, y lo adoren como adoran a las estatuas y los billetes... Entonces, sólo entonces, no me provocarán arcadas sus continuos homenajes narcisistas apelando a la solidaridad del hombre. Que a mí no. Yo sé, por mis valores aprendidos no por ellos,  a quién dar la ropa que ya no uso y la comida que compro de más. Enhorabuena a todos los que colaboráis con sus campañas porque, al fin y al cabo, se entiende que lo que recogen irá a manos de gente necesitada. Pero espero que todos los que desempolváis vuestra solidaridad con el trapo del marketing, también sepáis entender que el teatro de estos falsos bienhechores se nutre del guión diario de su lastimosa falta de misericordia y el papel anual de sus mediáticas limosnas.

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