Hablillas

Cadenas

La curiosidad se vuelve desconfiada, la cautela llama a la razón para salir de este laberinto que se agiganta y atrapa si uno se deja llevar por el momento.

Raro es el día en que no aparece una solicitud de continuación entre nuestros mensajes de WhatsApp. Comenzaron siendo religiosas, recomendando el rezo de un número determinado de Avemarías que aseguraban el logro de lo pedido a partir de los tres minutos de terminarlas. Recuerdan a la desaparecida Oración al Espíritu Santo que se imprimía en el delgado y entrañable Mirador de San Fernando, encerrada en un recuadro –hoy cuadro de texto- llamando la atención el lector, quien tarde o temprano leía por curiosidad o insistencia, anotación hecha con todo el respeto.

Otros la recortaban para llevarla en el bolsillo o en la cartera y releerla, pues había que rezarla repetidamente y publicar en cuanto se alcanzara la gracia. Aquí terminaba su ciclo y comenzaba el de otro lector cuyas circunstancias le llevaban a decidirse por esta cadena invisible e individual que se alargó hasta la desaparición del periódico. Lo comprobábamos todas las semanas. Al abrirlo, al pie del recuadro, aparecía un renglón con las iniciales de la gratitud. La creencia se extravió cuando el pensante puso de moda recurrir a la magia, al rito para lograr un imposible. Para aprobar una asignatura sin esfuerzo el estudiante se descamaba la piel con un cutter hasta dejarla sin color mientras repetía una estrofa. La superstición ganó por la mano y sigue logrando victorias. 

No deja de ser curioso, porque en nuestro presente no encaja este seguimiento casi obsesivo, no se entiende que jóvenes y no tanto se dejen atrapar de forma irrazonable. Basta escribir, encerrar el título de hoy en el buscador, para que la pantalla despliegue cerca de medio millón de entradas que empiezan por la película de Mimi Leder y si seguimos navegando llegamos a las de retos para valientes, sólo para ellos, con indicaciones, advertencias y necesidad de registro para acceder y enviarlo al móvil del destinatario. Aquí se detiene la búsqueda.

La curiosidad se vuelve desconfiada, la cautela llama a la razón para salir de este laberinto que se agiganta y atrapa si uno se deja llevar por el momento. La cadena religiosa, la primitiva, sencilla y hasta inocente que el padre Adolfo Franco desaconsejó continuar, ha sido transformada y deformada hasta convertirse en una sucesión de desafíos a superar por una mente angustiada, ingenua y frágil que las confunde con un juego iniciático que la puede llevar a la muerte o por otra ociosa, aburrida y errátil que flota sobre horas muertas y cree necesitar altas dosis de adrenalina. Lo que nos conduce al viejo refrán, a concluir en que en el sofá se está muy bien si se tiene la mente ocupada. Lo contrario es destruirse, porque tarde o temprano alguna inteligencia cansada o frustrada se enredará en estos juegos macabros donde el suicidio es el premio.

En Internet se remata el tema con el titular de Leyenda Urbana entre signos de interrogación, porque no hay rastro de instigadores, porque ni las fotos ni las imágenes -muy pocas, por cierto- son consideradas pruebas fehacientes.

El mal se extiende. La cadena es larga y tan pesada que no hay herramienta que la corte ni aparato que desengarce y destruya sus eslabones.

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