Hablillas

Tres de fábula

Tres maestros del dibujo, tres artistas del cartel. Tres de fábula.

Este verano hemos podido disfrutar, entre otros eventos que los ha habido, de la exposición de Bernardino de Hoyos. La inauguración reunió a amigos, conocidos y seguidores de la obra del artista en la que pudimos gozar de la visión colorista, ágil y dinámica de carteles anunciadores de ferias, fiestas, exposiciones y otros acontecimientos. Á

ngel Torres Aléu, artista pintor y amigo suyo, tuvo a su cargo la presentación de este conjunto de obras en la que destacaba la sonriente y glamorosa chica “pin-up” que con su amplia sonrisa ribeteada de rojo daba la bienvenida jovialmente a una exposición en la que además de las postales, pudimos mirar y admirar escenas taurinas en las que el artista nos demostraba el dominio de la técnica con impresión y efecto de movimiento. Retratos y autorretratos llegaron al corazón de propios y próximos, sin embargo lo que captó mayor atención fue el dibujo de la antigua Empresa Nacional Bazán, una visión panorámica no realizada hasta entonces con tanto rigor.

El Museo Municipal fue el lugar de encuentro y reunión de familiares, amigos y artistas que fueron ilustrados con los comentarios de sus hijos y del propio Ángel Torres, quien reunió posteriormente a sus alumnos para charlar detenidamente con ellos. La exposición se presentó en el Centro de Congresos, lugar que ahora exhibe otra titulada “Ojos que pintan”, de Antonio Ramírez Roldán “Toni”, artista pintor isleño poco conocido y recientemente fallecido.

También cartelista, en la exposición contemplamos óleos basados en obras de artistas como Goya, Sorolla y Dalí, entre otros. El dominio del pincel y el color no oculta la mano, el pulso del dibujante que fue, cuya maestría admiramos en los trabajos a carboncillo. Retratos familiares, rostros de Cristo Crucificado y detalles domésticos componen un lenguaje de trazos que transmiten, que cuentan su propia historia.

Como ejemplo, unos arrugados y carnosos tomates y junto a ellos, como si recibieran su luz, “la bombilla”, bajo una tulipa, protegida por tan singular papalina, unida a un brazo sinuoso agarrado a la pared por una metopita de la que parten los dos cables conductores que, un poco más arriba, cruzan dos pasadores de porcelana continuando su camino hacia el contador, negro él, en cuya parte superior se encontraba el “plomillo”. Esto último lo recordamos a partir de la sugerencia intimista, serena y cálida que transmite la lámina, los ojos que la pintaron, ojos que canalizaron un instante para dotarlo de la especial belleza que sólo imprime el arte.

La hablilla de hoy dedica su final a otro artista cuyo nombre apenas se recuerda. Delineante profesional, Antonio Solano también fue cartelista durante varios años. Sus trabajos celaban las caminatas de los paseantes, las paradas embelesadas de los aficionados desde la fachada del cine Almirante, del cine Alameda…

En sus carteles destacaban las melenas de ellas, sus posturas elegantes, sus labios perfilados y las miradas de ellos, fornidos galanes comprometidos en conquistarlas. Los brochazos de colores pincelaban el argumento que más tarde se desarrollaba con detalle en la sala oscura, cerrada, fantástica. Sería interesante reunir sus trabajos para deleitarnos con ellos como hemos hecho con los de Bernardino de Hoyos y Toni Ramírez. Tres maestros del dibujo, tres artistas del cartel. Tres de fábula.

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