Hablillas

Semana Santa

Los foristas, desde hace semanas, escriben sus particulares “buenos deseos” para La Isla.

Cuando esta hablilla vea la luz, el domingo habrá comenzado su recorrido más lento hacia la tarde, a la esperada sobremesa para que la procesión de la popular Borriquita salga de la capilla del colegio de Los Hermanitos. Los foristas, desde hace semanas, escriben sus particulares “buenos deseos” para La Isla en esta semana que hoy comienza con la esperanza y los ojos puestos en el cielo.

Ciertamente, esto de los foros resulta vulgar por el mal uso que les dan aquellos que nunca caerán en gracia ni mucho menos serán graciosos por méritos propios. Los foros son para otros menesteres, pero eso o bien nunca lo sabrán estos firmantes casuales o bien no les interesa preocuparse por su finalidad porque perderían una buena parte del tiempo que emplean tecleando tonteras con mayúsculas.

Resulta difícil creer que ese tiempo, tan hermoso para ocuparlo con aprovechamiento, se desperdicie de esa forma. En fin, allá ellos. Procesiones y vacaciones se dan la mano para pasar unos días de descanso ante el largo tramo que comienza ahora y que culminará con el verano. Los estudiantes darán el último empujón para subir las notas.

Este trimestre es el más duro para ellos pues al cansancio de los seis meses pasados se añade la llegada del buen tiempo, el calor y la soñarrera del mediodía, tres detalles que influyen, que merman su rendimiento y que resultan inevitables e insoslayables por causa de nuestro buen clima. Sin embargo aún nos quedan un par de meses de chaparrones y ventarrones que no serán un obstáculo para la diversión de los jóvenes que, por las circunstancias, andan un poco desorientados, no todos pero sí la mayoría.

No conviene ni es justo generalizar, pero existe una minoría cada vez mayor que vive al día, sin preocuparse por el futuro, que sólo piensa en divertirse pasando la noche o buena parte de ella fuera de casa. Entre tambores y terrazas, si el tiempo lo permite, se presenta una semana propicia para el encuentro nocturno justificado por las recogidas de las procesiones y aunque los días claves serán el jueves, viernes y sábado, los restantes invitarán a alargar la estancia en la calle.

Resulta inevitable echar la vista atrás. En este vistazo surgen el coki y la sultana, la arropía y el pirulí, mientras andábamos subiendo y bajando del filo de la acera. A veces nos tomábamos unos trozos de queso con picos y una “mirinda en San Diego”,  cuyo tapón solicitábamos al camarero para ver si había premio tras la cubierta de goma. Había ilusión por las vacaciones, por estas cortas vacaciones en las que nos ponían los calcetines blancos con el abrigo. Concluimos con la coletilla fácil, la que dice que “son otros tiempos” pero no es así, la infancia es la misma, llena de ilusión por escuchar los tambores, sentirlos retumbar en la barriga cuando pasaban a nuestro lado, pestañear sin poderlo evitar siguiendo el compás.

Estas cosas las siguen haciendo los niños porque todos los niños hacen las mismas cosas. Y la mayoría de los jóvenes de hoy también porque alargan la noche hasta que el gris desaparece por completo. Al principio se pensó en una moda y como tal pasaría, pero no. Ya es costumbre pues dura más de veinticinco años. Los jóvenes de esa minoría que se engrandece vuelven a casa de día y rendidos, porque cogen la cama a lo justo. Sólo les falta el pastel, el Píramo, aquel con el que se premiaba a los vencedores del sueño en las antiguas fiestas Caricias.

Hoy el obrador no daría abasto.

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