Gente, lugares y tradiciones

Aquella Plaza Costa del Sol

Aún se recuerda al simpático guardia urbano que dirigía el tráfico desde el ‘queso’

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  • Plaza Costa del Sol

Buena parte de la Plaza Costa del Sol fue terreno que doña María Barrabino cedió al pueblo. Su envejecida casa-palacio aún se yergue junto a la Plaza, frente a la calle San Miguel. A principios del siglo XX el lugar se conocía como ‘Plaza de la Constitución’. En el primer lustro de los años treinta cambió su nombre a ‘Plaza de la República’. Después de la contienda civil se conoció como ‘Plaza de Jose Antonio’. Y desde los tiempos del boom turístico de Torremolinos su nombre definitivo es ‘Plaza Costa del Sol’. La Plaza albergó el real de la feria local durante años.
Aún recuerdan los mayores la simpática figura del guardia urbano subido al gracioso ‘queso’ y dirigiendo el tráfico desde él. Entonces estaban abiertas al tráfico las calles San Miguel y María Barrabino. La Plaza fue escenario de relatos literarios y películas, cuando la novela y el cine se daban la mano en la turística población internacional. La fuente, de la que aún mana agua procedente de los manantiales de Torremolinos, se situaba frente a la calle San Miguel. Posteriormente sería trasladada al centro de la Plaza y en la actualidad ocupa su espacio en la bifurcación de las calles Hoyo y Cruz.
En otros tiempos la Plaza conoció la alegría y el bullicio de establecimientos como: la sala de fiestas El Mañana, Pedros’, Cafetería Plaza, El Goloso y los bares Jerez y Casa Flores que continúan dando vida al edificio del viejo molino de Manojas, donde se ubican.
Del libro ‘Torremolinos, mi sol, mi amor’ se extractan los siguientes versos dedicados a la Plaza Costa del Sol:
‘Otros nombres conoció su anatomía, / mas calmó siempre la sed la misma fuente / de  agua fresca de pureza saludable / que hoy se yergue, entre dos calles, esplendente. / De la Feria fue la Plaza su real, / donde el júbilo del pueblo se encumbraba; / nunca el pueblo abandonó sus tradiciones: / cual la niña de sus ojos las mimaba. / El Mañana cada noche amenizaba, / trepidaba con el ritmo de la orquesta; / cerca, Pedro’s disipaba en su terraza, / del doliente forastero, toda pena. / Fue la Plaza inspiración del escritor, /  que llevó Torremolinos por el orbe; / la vehemencia del turismo destacó / de lugar tan predilecto su renombre. / La simpática figura del urbano / que, paciente, encaramado sobre el queso, / dirigía puntual el denso tráfico, / ya es emblema popular en el recuerdo. / Enfilando por la céntrica avenida, / el Molino de Manojas atestigua / de la gloria molinera del pasado; / por su entraña discurrió la acequia antigua’.

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