Gente, lugares y tradiciones

Nuestros abuelos en su ‘día’

Es triste que muchos se olviden de sus abuelos e incluso de sus propios padres, quienes ni siquiera reciben una llamada telefónica de sus hijos o nietos

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Torremolinos es una de las ciudades pioneras de España en la celebración de la jornada del 26 de Julio como Día de los Abuelos. En otros países el Día de los Abuelos se observa en distintas fechas. Por ejemplo, en Polonia se celebra el Día del Abuelo el 21 de Enero; y el 22 de Enero, el Día de la Abuela. En Inglaterra el Día de los Abuelos cae el primer domingo de Octubre. En Estados Unidos, el primer domingo después del Labor Day o día festivo que cae en el primer lunes de Septiembre. En Canadá la celebración se deja para el segundo domingo de Septiembre. Y en Francia se festeja el Día de los Abuelos el primer domingo de Marzo.


La razón de que en España se celebre el Día de los Abuelos el 26 de Julio es porque la Iglesia dedica esa fecha a la veneración de San Joaquín y Santa Ana, que tradicionalmente se les considera padres de la Virgen María y abuelos del Niño Jesús. No obstante, esta creencia está basada en el protoevangelio de Santiago, uno de los más de cuarenta evangelios apócrifos que llegaron a escribirse, evidentemente a partir del siglo IV, y cuyos autores se desconocen, al igual que se desconocen los autores de los evangelios canónicos, si bien la Iglesia los atribuye a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, basándose en los escritos de Eusebio de Cesarea, quien pone en boca de los padres apostólicos -que son de su entera invención- las respectivas autorías evangélicas.
Tiempo atrás el primer edil del municipio explicaba en su alocución de tan celebrado día el significado de la fecha y destacaba la sacrificada labor de los mayores -abuelos y abuelas- en pro de los suyos y cómo, por su celo profundo y constante en procurar el bienestar de sus retoños por el solo motivo del amor y sin esperar nada a cambio, es humanitario deber tenerles presentes en todo momento del año y no solamente en este día señalado, no descuidando la atención que en el aspecto físico, emocional y moral merecen, demostrándoles cariño cotidianamente, interesándose sin tregua por su salud y acogiéndolos definitivamente en el hogar filial si la soledad se cierne sobre ellos.


Es triste que muchos se olviden de sus abuelos e incluso de sus propios padres. Estos padres y abuelos ni siquiera reciben una llamada telefónica de sus hijos o nietos. Y no se habla de una llamada al mes, sino que pasan años y no se acuerdan de llamarlos, siquiera interesándose por su salud. Es más, ni siquiera les giran una visita, y eso viviendo en el mismo municipio.
Y no mencionemos los múltiples casos, cada vez más frecuentes, de abuelos y padres a quienes se les interna en residencias por el solo hecho de ser quitados de encima y no enfrentarse a su cuidado. Al final padres y abuelos quedan realmente abandonados por los suyos en estos centros de auténtica soledad en los que llegan a durar poco tiempo tras su ingreso, dado que hasta mueren de pena.
Realmente triste es el caso de aquella persona que, tras varios años sin llamar a sus abuelos, se enteró de su muerte años después, y eso que vivían en un municipio cercano. Pero el caso es que el padre de esta persona, que igualmente llevaba años sin saber de sus progenitores, tampoco se enteró del fallecimiento de los suyos hasta que ya era tarde. 
Más importante que celebrar un día especial dedicado a nuestros abuelos es el hecho de mostrarles empatía a diario, comprender sus muchas necesidades y puntos de vista, ayudarles en todos los sentidos, tanto física como psíquicamente, interesarse por su salud y aficiones, animarles en sus achaques depresivos, mitigar su soledad, expresarles palabras amables junto con nuestro afecto, dejarles constancia de nuestro sincero agradecimiento, obsequiarles de vez en cuando con pequeños detalles, consultarles y tener presentes sus opiniones y consejos…


Si procuramos encender chispas de felicidad en la vida de nuestros abuelos y padres envejecidos, la satisfacción del deber cumplido colmará nuestra existencia. No hacerlo, cuando es deber sagrado, supondrá convivir el resto de nuestros días con la carcoma que roe las conciencias. Mejor es dar y compartir unos pocos días de felicidad que recibir pesares interminables por no haber atendido a nuestros mayores cuando necesitaban de nosotros.         

    
Del libro ‘Torremolinos en verso (personajes y lugares)’, edición de 2016, rescatamos el poema titulado ‘Nuestros abuelos’, a quienes van dedicados los versos:
‘Necesitan de consuelos / y, en su penar, empatía; / lo dieron todo en su día: / ellos son  nuestros abuelos. / El hoy nuestro es su presente / y su ayer es nuestra herencia; / fue el sacrificio su esencia, / protegernos, su aliciente. / Por sus continuos desvelos / en nuestro tierno pasado, / honra suprema y cuidado / merecen nuestros abuelos. / Padres y amigos nos fueron  / y velaron con empeño / las horas de nuestro sueño, / mientras las suyas perdieron. / Nos relataron historias / y maravillosos cuentos / para tenernos contentos: / bullen en nuestras memorias’. /
‘Compartieron nuestras penas, / fueron amigos sinceros / y, en los juegos, compañeros; / nos dieron horas amenas / y con inmenso placer / nos entonaban cantares; / los deberes escolares / nos ayudaban a hacer. / Nos llevaban muchos días / al cine, al circo y al parque; / hoy no hay evento que abarque / tantas sanas alegrías. / Nos compraban chucherías, / chicle, tebeos y cromos, /  nos montaban en sus lomos / como las caballerías. / Hasta el pan se lo quitaron / tantas veces de su boca, / con abnegación no poca, / y nuestro bien procuraron’. /
‘Y en los amargos momentos / en los que la enfermedad / nos atacó sin piedad, / paliaron nuestros lamentos. / Nos fueron torre y amparo / en las horas de quebranto / y enjugaron nuestro llanto / sin tardanza y sin reparo. / Nos dieron sabia lección / para luchar en la vida / y triunfar en gran medida / conforme a nuestra elección. / En todo nos defendieron / y, tratando con dulzura / nuestra pueril travesura, / su corazón nos abrieron. / Colmaron nuestros anhelos / con máxima esplendidez / en los días de niñez: / ellos son nuestros abuelos’. /
‘Les debemos, por su esmero, / toda consideración, / todo auxilio y atención / en su vivir postrimero, / porque es precepto sagrado / cumplir con la obligación / de honrarles sin dilación / y con mayúsculo agrado. /  Que lo dice el libro santo: / hónrale siempre a tu padre / y no olvides a tu madre, / y a abuelos haz otro tanto, / que es mandato con promesa: / la de vivir años largos / con pocos trances amargos / y el éxito en toda empresa’. /
‘Los padres que padres fueron / de nuestros progenitores, / reciban nuestros honores / por lo mucho que nos dieron. / Y al florecer las dispares / soledades en su vida, / démosles gran acogida / en nuestros propios hogares. / Aliviémosles sus duelos, / que se sientan socorridos / y en todo instante queridos: / ellos son nuestros abuelos’.

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