Gente, lugares y tradiciones

Los nombres ‘Andalucía’ y ‘España’

Antes de que los vándalos llegaran a la Península, ya existía el nombre de Andalucía

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Sé que voy a ser duramente criticado como hereje histórico, o algo parecido, por lo que aquí expongo. Pero todo esto no es mío, sino que es un trabajo de investigación de los antiguos y que la Historia ortodoxa arrinconó, a saber por qué extrañas conveniencias. La sapiencia la recibí de mis mayores de la Hermandad en la que estuve encuadrado durante los últimos años de la adolescencia. Pero hoy, a mi edad, nada me queda por perder ni me importa el qué dirán. De todas maneras, ya lo han dicho todo.


Según los historiadores, aunque no todos están de acuerdo con ello, el nombre de Andalucía fue impuesto por los vándalos, que a la tierra la habrían bautizado como ‘Vandalucía’. Naturalmente, se trata de una teoría descabellada. Antes de que los vándalos llegaran a la Península, ya existía el nombre de Andalucía. El vocablo está en realidad compuesto de las palabras ‘anda’ y ‘Lucía’. ‘Anda’ es palabra ibera muy antigua que significa ‘tierra’, y que deriva de ‘ander’. ‘Anda’ posteriormente originó los términos ‘ana’, ‘ania’, ‘aña’, ‘and’ y ‘land’. Los ingleses, por ejemplo, tienen el sufijo ‘land’ precisamente con el significado de ‘tierra’. También tiene el significado de ‘tierra’ la expresión ‘eria’, (de ahí los vocablos ‘erial’ y ‘ferial’, este último en el sentido de ‘concentración popular en un terreno sin cultivar.)


En España tenemos, entre otras, la voz ‘ana’ para designar la tierra. Por ejemplo, el nombre dado al río Guadiana (guada, ana) significa literalmente ‘aguada de la tierra’. La palabra ‘guada’ es contracción de ‘aguada’ y no es, como se cree, palabra árabe, sino que los árabes la adoptaron del idioma hispano. El idioma hispano, justamente el castellano, es mucho más antiguo de lo que señalan los historiadores. Cuando los romanos llegaron a la Península en el 218 antes de nuestra era se sorprendieron de que el hispano fuera un idioma tan parecido al romano.


En una placa de bronce descubierta en 1999 en Bembibre (León) y mandada escribir por el emperador Augusto en el año 15 antes de nuestra era, se da las gracias a los ‘castellanos’ por su ayuda. Se recalca la palabra ‘castellanos’, tal como está escrita en la placa. Pero si los lingüistas y los historiadores dicen que el castellano nació en Castilla en la Edad Media, ¿cómo es que una placa del siglo I AC ya habla de los castellanos? Porque el idioma castellano tenía ya milenios de existencia y ese preciso idioma dio origen al romano, al latín y a todas las lenguas romances, aunque los ortodoxos lo enseñen al revés.


A decir verdad, nunca se habló el latín a nivel popular en España. El latín era una lengua para los intelectuales. En los monasterios españoles los monjes, la inmensa mayoría iletrados, no hablaron latín. La Iglesia impuso el latín a machamartillo, particularmente a raíz de cuando Jerónimo de Estridón compuso su Vulgata en latín por orden del Papa Dámaso. La Vulgata no era exactamente una traducción del Nuevo Testamento en griego, sino una recomposición, aprovechando algunos relatos de los textos en griego que legó Eusebio de Cesarea y que seguramente contenían varios acrósticos que denunciaban que lo escrito era falso.


La realidad es que el idioma castellano nació en la ciudad de Castella, cuya ubicación se estima cerca del nacimiento del Ebro, en Cantabria. De ahí se extendió por la cuenca del Ebro y por la entera Península. Hasta el idioma catalán deriva del castellano. La misma palabra ‘catalán’ procede de ‘castellano’ (castellano, castellán, castallán, catallán, catalán…). Por cierto, la palabra ‘ibérica’ dada a la Península viene del Ebro (Héber, Hiber, Hebero, Hebro). Los ‘hiberos’, en realidad con H, que es la letra hispana por excelencia y representa las columnas de Hércules unidas, como señala el profesor Ribero Meneses, eran en principio los habitantes de las márgenes del Ebro. Iberos que se adentraron en el Mediterráneo y alcanzaron las costas de Palestina recibieron el nombre de ‘hebreos’ (de ‘heberos’, literalmente, ‘los del gran río’).
Tenemos también la voz ‘Hispania’, derivada de ‘Hespania’, que en realidad son dos vocablos: ‘Hespe’ y ‘ania’. ‘Hespe’ es contracción de ‘Hespéride’, que significa ‘occidente’. Se conocía como ‘Hespérides’ a la Península Ibérica, que era la tierra más occidental en aquellos tiempos. El vocablo ‘Hespania’ o ‘Hispania’ (que los romanos adoptaron) tiene el significado de ‘tierra de occidente’.


La voz quedó finalmente en ‘España’ (‘aña’ es corrupción de ‘ania’). Por esa razón la palabra ‘España’ no significa ‘tierra de los conejos’, como algunos historiadores han sugerido. Tampoco significa ‘tierra del norte’, expresión que otros historiadores defendían porque pensaban que los habitantes de la Península procedían de Africa y la Península sería la tierra del norte. ‘España’ deriva de ‘Hespania’ y precisamente significa eso, ‘tierra de occidente’.


Pero volvamos a Andalucía, compuesta de las voces ‘anda’ (tierra) y ‘Lucía’. Lucía era el nombre dado a Lusina, la diosa compañera de Lug. Este Lug era una especie de verbo encarnado y mediador entre el dios supremo y los hombres. De Lug viene la palabra ‘lugar’, sitio o porción de tierra consagrado a Lug o a Lusina. Lusina en su origen era la manifestación femenina de Lug. Con el tiempo se separaron los conceptos y surgieron Lug, como masculino, y Lusina, como femenino. Lusina, pues, adoptó la forma de diosa independiente de Lug. De ‘Lusina’ viene la palabra ‘luna’.


En la Península Ibérica se tributaba por excelencia el culto a Lug y a Lusina. Aún tenemos denominaciones de ciudades como Lugo y Lugones (la antigua Oviedo). El nombre del Cabo de Gata es derivación del primitivo ‘Lug Aghata’, convertido después en ‘Luz Agata’ y posteriormente en ‘Gata’. Estos y otros muchos lugares eran sitios consagrados a Lug, al igual que las tierras donde hoy se venera a las vírgenes del Rocio, Fátima y Lourdes (Lourdes ostenta el prefijo ‘lou’, derivado de ‘lug’), que eran sitios dedicados a Lusina. La Iglesia traspasó a la Virgen María la veneración que se le tributaba a Lusina como diosa independiente de Lug.


Pues bien, el término ‘Lusina’ derivó en ‘Lucía’. La palabra ‘Andalucía’ significa, literalmente, ‘tierra de Lusina’. De Lug vino la voz ‘luz’, que también se le atribuyó a Lusina. Andalucía significaría definitivamente ‘tierra de la diosa Lusina o tierra de la diosa de la luz, o simplemente ‘tierra de la luz’. Hemos de tener también en cuenta que la voz ‘Lusitania’ con que se conocía al sur de Portugal significa lo mismo (‘Lusi’, Lusina; y ‘ania’, tierra = ‘tierra de Lusina’).


Así, pues, Andalucía significa sencillamente ‘tierra de la luz o de la diosa Lusina o Lucía’, mientras España significa literalmente ‘tierra de occidente’ (Hesp = abreviación de ‘hespéride’, occidente; y ‘ania’, tierra).   

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