Gente, lugares y tradiciones

El pesebre de Belén y los reyes magos

El origen de la leyenda de los ‘tres Reyes Magos’ no se encuentra en el evangelio, que no dice que fueran reyes ni indica el número de sus miembros

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Estampa típica de nuestros belenes es la de los llamados reyes magos ofreciendo sus dones al niño Jesús recién nacido en un establo o pesebre. El término ‘pesebre’ por lo general se considera hoy día como sinónimo de ‘establo’; pero en realidad el pesebre se refiere a una cajonera en la que los animales domésticos comen heno dentro de una cuadra. Es de observar que en Belén algunas cuadras se habilitaban en cuevas naturales anexas a las viviendas. Dentro de cada establo o cueva-cuadra había varios pesebres o cajones para dar de comer a las bestias allí recluidas.


En opinión de los eruditos, cuando el evangelio dice que Jesús fue acostado en un pesebre se refiere a que el niño fue acunado en una de las cajoneras del lugar donde José y María se refugiaron para el alumbramiento. En realidad no se sabe si el lugar de nacimiento era un establo. La tradición supone que lo fuera porque el relato especifica que Jesús fue colocado en un pesebre y lo habitual es que los pesebres o cajoneras para heno estén en los establos. También parece entenderse a primera vista que fuera un establo porque se animó a los pastores a que visitasen al recién nacido y ello hace suponer que un establo sería lo más apropiado para unos pastores.
Es curioso que las escenas belenísticas que muestran a los magos postrados ante el niño Jesús en el portal o cobertizo a modo de establo de Belén no reflejan fielmente lo que el evangelio relata. Si leemos el evangelio atribuido a Mateo -no se sabe quién escribió el evangelio y la atribución a Mateo pertenece a la tradición católica- observaremos que los magos visitaron al niño en una casa, no en un establo. Por esa razón los doctos entienden que Jesús nació en Belén dentro de una casa en la cual, por no haber cuna, hubo de habilitarse como tal uno de los pesebres de la cuadra de aquella casa.


El evangelio no menciona que hubiera animales en la estancia donde nació Jesús. Es la tradición católica y no el evangelio la que manifiesta que había una mula y un buey dando calor al niño. De haber sido el lugar de nacimiento un establo sería lo más lógico que hubiera animales allí dentro. Pero, puesto que no se indica que hubiera animales, lo más razonable es deducir que no los había y que Jesús nació, por tanto, en la casa que alojó al matrimonio formado por José y María.
Cuando el evangelio de Lucas informa de que no había plaza para alojarse en el mesón de Belén, no significa que no lo hubiera en cualquiera de las casas del pueblo, máxime cuando tenemos en cuenta la hospitalidad que caracterizaba a aquella gente. Por otro lado, si José y María eran naturales de Belén, es lógico concluir que tendrían allí familiares o conocidos que no los dejarían desamparados, y más en el estado de ingravidez en que María se hallaba.


Relata el evangelio de Mateo que los magos visitaron al niño Jesús en una casa, no en un establo. No dice el evangelio que los magos fueran reyes. Tampoco especifica su número ni de qué país oriental vinieron.  Lo de que los magos fueran tres reyes es otro punto de vista tradicional católico.
 Hay versiones bíblicas que a estos magos los denominan ‘sabios’, y aún otras versiones, ‘astrólogos’, aunque es probable que esta última denominación esté fuera de lugar. Sea como fuere, no se indica que los visitantes orientales detentasen el título de reyes.  

    El vocablo que se traduce por “mago” viene del latín “magi”, con el significado de “magister”, maestro. El latín lo tomó de la palabra griega “magóis” y el griego lo adoptó del acadio “magushu”, a su vez traducción de lenguas anteriores, como el persa y el elamita. El término ‘magóis’ se refiere a “hombres sabios o de ciencia” y no a hechiceros, astrólogos y similares, como suelen entender los teólogos. En tiempos de Darío el Medo (521 a 486 a.e.c.) se conocía como magos o sabios (maguusha) a una estirpe de sacerdotes medo persas.


Orígenes es el primer escritor que cita el número de “magóis” que visitaron al niño. Posteriormente el Papa León I el Magno dejó establecido que el número de magos fueron tres, aunque en Armenia se hablaba de que su número alcanzaba los doce individuos, todos ellos perfectamente identificados por sus propios nombres. Los tradicionales nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar les fueron dados por primera vez a los magos en el siglo VI, en la iglesia de San Apolinar Nuovo (Rávena, Italia).


Los magos o sabios orientales -innominados y en número indeterminado bíblicamente- habían visto en oriente una estrella que a su entender señalaba que había nacido el rey de los judíos. Esta conexión de los magos con la estrella hace que los teólogos interpreten que eran astrólogos. No obstante, el estudio astronómico y astrológico de los cielos en aquellos tiempos lejanos era una asignatura más a cargo de los intelectuales, tal como también puede serlo hoy día y no por ello decimos que una persona erudita sea astróloga.


Se ha teorizado lo inconcebible para tratar de determinar qué podría haber sido aquella rara estrella que, según el evangelio, caminaba por los cielos delante de los magos y se paró ante el palacio de Herodes en Jerusalén y después sobre el lugar del nacimiento en Belén. Se habla de un cometa, de una conjunción de planetas, del cinturón de estrellas de Orión y otras teorías descabelladas, como objetos volantes interplanetarios conducidos por hipotéticas inteligencias no terrestres.


Los más inclinados religiosamente piensan que aquella extraña luz móvil no era más que una artimaña de Satanás para llevar a los magos ante Herodes. Todos los criterios son respetables. Hay opiniones que defienden que la estrella en cuestión tan solo sería un símbolo del nacimiento de una persona importante y Mateo no haría más que dar forma física a una antigua alegoría de las culturas en boga.


Lo más probable es que el escritor del evangelio de Mateo hablara de forma alegórica, basado en las tres estrellas principales del Cinturón de Orión, las cuales se conocían en la antigüedad precisamente como los ‘tres reyes magos’ que seguían a la gran estrella Sirio que les precedía. Estos tres ‘reyes magos’ apuntan de oriente hacia occidente, en realidad del nordeste hacia el sudoeste y más concretamente hacia el horizonte por donde saldrá el Sol. De ahí que el evangelista diga que los magos procedían de oriente.


Lo cierto es que a día de hoy lo tradicional, más que lo bíblico, es lo que ha calado hondamente en el pueblo y no hay representación belenística que no se libre del irremediable clasicismo del niño nacido en un establo, con los tres reyes magos a la entrada y la peregrina estrella en lo alto. 

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