Gente, lugares y tradiciones

Historia de un Torremolinos insólito (1)

No se requiere gran imaginación para suponer que el lugar que con el tiempo se llamaría Torremolinos estuvo habitado desde milenios atrás

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Apenas nada se sabe de la historia de Torremolinos en los tiempos anteriores a la conquista de Málaga por los Reyes Católicos en 1487. La Historia -la historia documentada-  de Torremolinos parte de esos tiempos. Poco más de 500 años han pasado. No se requiere gran imaginación para suponer que el lugar que con el tiempo se llamaría Torremolinos -se desconoce el nombre que antaño tuviera- estuvo habitado desde milenios atrás. Es imposible que un lugar de clima tan saludable y abundante en agua pudiera pasar inadvertido al ser humano. Otros sitios menos privilegiados estuvieron poblados.
No son pocas las cuevas descubiertas en Torremolinos a lo largo de los años. Tenemos, entre otras, las del Tesoro, la Cueva Tapada, El Encanto, Hoyo de la Mina, Carramolo, Lagarillo del Olmo, El Cortijuelo… En algunas se han hallado enseres y utensilios que al decir de los expertos se remontan a unos cinco mil años atrás o tal vez más. En la del Tesoro, cuya ubicación exacta se desconoce actualmente, se hallaron varios cráneos y huesos, evidencia de los enterramientos que en la misma se realizaban. Sea como fuere, ello inequívocamente indica que el lugar de Torremolinos estuvo habitado desde la noche de los tiempos.
No parece que las cuevas fueran lugares de habitación, sino auténticos cementerios en los que presumiblemente se depositaban los cadáveres en posición fetal. El experto Eduardo J. Navarro, saliendo al paso de la recién descubierta “Cueva del Tesoro” de Torremolinos, escribe en 1884: “Se comprende fácilmente que ésta es una sepultura prehistórica y no una habitación: ninguna señal de hogar, ningún rastro de cenizas…”
 Ignoramos cómo fue descubierto el lugar de Torremolinos. No obstante, a los marineros que navegaban por estos lares debió de haberles impactado la gran cascada de aguas procedentes de los manantiales. Por el acantilado donde se sitúa la calle San Miguel caían estrepitosamente las aguas doce metros más abajo, perdiéndose  definitivamente en el mar. Al menos a los marinos fenicios que por el entorno conducían sus naves no les pasaría inadvertida la insólita catarata y no extrañaría que arribasen al lugar para inspeccionar el terreno o al menos para proveerse de agua. Con todo, es probable que el lugar de Torremolinos ya estuviera habitado por iberos, al igual que la ciudad que los fenicios bautizaron como MLK, Malaka (Málaga), siglas consonantes de su dios Melkart.
Muchos historiadores concuerdan en afirmar que los fenicios no fundaron ciudades en la Península, sino que se limitaron a contactar lucrativamente con los nativos, a crear centros de comercio y a construir, además de suntuosas sepulturas, algún que otro templo, como el de Melkart en Cádiz y probablemente un templo donde después construyeron los romanos y donde hoy se levanta la Alcazaba de Málaga.
Cuando los fenicios arribaron a la Península ya existían los núcleos urbanos de Málaga, Cádiz y Almería, ciudad esta última que los árabes reconstruyeron sobre ruinas iberas. Es de observar que Málaga se halla justamente en el centro de la línea recta imaginaria entre Cádiz y Almería, lo que daría a entender que Málaga es probablemente la ciudad más antigua del Sur y a un lado y otro de la misma serían fundadas las poblaciones de Cádiz y Almería. Cádiz, pues, sería también mucho más antigua de lo que actualmente se supone, aunque no tanto como Málaga.
 En el Norte de España se repite el mismo parámetro de alineación. Santander, considerada como la ciudad más antigua de Norte y probablemente de la Península (que nos perdonen los ortodoxos si les caemos heréticos), se encuentra en el centro de la recta imaginaria entre Gijón y San Sebastián, núcleos urbanos cuya verdadera antigüedad se desconoce. La línea imaginaria entre Santander y Málaga formaría el eje de la Península, tal vez con vistas a ubicar otros centros poblacionales y para servir de referencia cartográfica a modo de coordenadas. La distancia rectilínea existente entre Santander y la desembocadura del Duero es la misma que existe entre Málaga y el Cabo Nao y la misma que tiene el río Ebro medido en línea recta. Por cierto que la Península recibió su nombre (Iberia) del Ebro, Iber o Héber.
La Historia oficial no relata lo sucedido unos seis mil años atrás y da por hecho que las culturas del medio oriente fundaron las poblaciones de la Península Ibérica. En realidad las culturas medio orientales eran descendientes de las antiguas iberas y los habitantes de las costas mediterráneas no hicieron otra cosa que volver a su lugar de común origen, la Península Ibérica. Los mismos judíos afirmaban que eran oriundos de España y que por eso regresaban a la patria madre. Los hebreos, de quienes la ortodoxia histórica desconoce su origen, eran en realidad iberos o heberos que en la remota antigüedad habían emigrado a los confines del mediterráneo, fundando entretanto otros pueblos en el trayecto. El término ‘hebreos’ significa literalmente ‘los del río’, refiriéndose al Ebro, nombre que literalmente significa ‘río’. Decir ‘río Ebro’ es tanto como decir ‘río río’.
La palabra España ha sido mal entendida como una corrupción del término ‘spaan’ o ‘país de los conejos’. Otras teorías afirman que la palabra España deriva de un vocablo que significa ‘el país del Norte’ y alude a que los africanos pasaron el Estrecho y se afincaron en España. El vocablo ‘España’ viene realmente de ‘Hespania’ y es contracción de otros dos vocablos, a saber, ‘Hesp’ (de Hespérides, el famoso mítico jardín de la antigüedad), que significa ‘occidente’, y ‘ania’, ‘anda’ o ‘and’, con el significado de ‘tierra, país, lugar o patria’. ‘Hespania’ o su versión actual ‘España’ significa literalmente ‘el país de occidente’. A él pretendían arribar todas las culturas mediterráneas, habida cuenta de que ‘Hespania’, sobrenombre dado a la Península Ibérica, era su nación materna. De ahí que a los muertos egipcios se les encaminara simbólicamente en una barca con destino a ‘occidente’, señalando al lugar más occidental entonces conocido, Hespania, Hispania o España. (Continuará)

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