Gente, lugares y tradiciones

Los viejos molinos de Torremolinos (2)

Los molinos de Torremolinos trituraban principalmente harina. Excepcionalmente algunos molían mineral de hierro y sal. En época árabe los molinos de Torremolinos proporcionaban gran riqueza al rey de Granada, según escribe el historiador Luis Seco de Lucena

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No cabe duda de que el lugar de Torremolinos siempre fue privilegiado. Pocos lugares soleados hay junto al mar que tengan abundancia de agua en sus manantiales. Los de Torremolinos surten de agua a la ciudad de Málaga y aún son de los más importantes de la Península. El clima de Torremolinos es inmejorable. Y más de seis kilómetros de playas abrazan la población. Millones de visitantes de todo el mundo han disfrutado de Torremolinos. Más de doscientas nacionalidades conviven actualmente en el municipio. Realmente es un lugar paradisíaco el de Torremolinos.  
Torremolinos nació de sus viejos molinos. También de la torre que contribuyó a darle nombre. Pero las aguas del lugar fueron sin duda su alma máter. Sin las aguas, no hubiera existido Torremolinos. Desde los manantiales bajaban por el familiar ‘Cau’ hasta caer en cascada de doce metros por el acantilado de la calle San Miguel. Después de ser aprovechado el ímpetu acuoso por los molinos situados bajo la Torre, el remanente de las aguas se perdía en el mar. El Cau sostuvo la economía del pueblo durante centenares de años, hasta que en 1926 dejó de funcionar el último molino.
El cronista malagueño Juan Jose Palop nos legó en 1970 su formidable obra ‘Los molinos de Torremolinos’, reeditada por el ayuntamiento en 2007. Tanta importancia tuvieron aquí los molinos que en un mapa de 1482 que se conserva en el Museo Naval de Londres aparece el lugar de Torremolinos con el nombre de ‘Moline’, aunque siglos después el ingeniero Francisco Llobet, al levantar su mapa de las torres de la Costa, denominó el lugar como ‘T. Molinos’ (Torre de los Molinos), nombre con el que ya se le designaba al sitio desde la época en que los Reyes Católicos conquistaron Málaga.
En febrero de 1926 el rey Alfonso XIII visitó los manantiales de Torremolinos y bebió agua del manantial del Albercón, que desde entonces se conoce como ‘Albercón del Rey’. No es el del Albercón el único manantial de Torremolinos. De gran importancia es también el de La Cueva que, a lo largo de un cauce de dos kilómetros -el familiar Cau de nuestros mayores-, proporcionaba las aguas cuya fuerza motriz movía los molinos erigidos en sus márgenes, de los que a ciencia cierta se conocen diecinueve, si bien existieron otros en tiempos lejanos, molinos de cuya localización nada se sabe.
Los molinos de Torremolinos trituraban principalmente harina. En época árabe estos molinos proporcionaban gran riqueza al rey de Granada, según escribe el historiador Luis Seco de Lucena, basándose en crónicas antiguas. Excepcionalmente, algunos molinos trituraban mineral de hierro, sal e incluso legumbres, como el de Manojas, cuya última actividad fue la de molienda de lentejas para la empresa que comercializaba el Ceregumil, producto que inventó un boticario granadino y que se pregonaba con tintes poco menos que milagrosos.
El caserón del molino, donde nació nuestra inolvidable Isabel Manoja, aún permanece en pie frente a la calle Cauce, habilitado hoy para usos comerciales y profesionales. A partir de 1876, en que se procedió a la primera acometida de las aguas de Torremolinos hacia Málaga, los molinos tan solo se hallaban operativos los días en que se les permitía hacer uso de las aguas. Y, aunque muchos molinos ya habían cerrado por la escasa rentabilidad de su industria, en 1923 solamente funcionaba el molino de Manojas. Para 1926 había cesado toda actividad molendera en Torremolinos, al ser definitivamente encauzadas hacia Málaga las aguas que movían los molones de la industria molinera.
El primer molino que recibía la fuerza acuática del manantial de La Cueva era el de Inca, probablemente el más antiguo, hoy felizmente rehabilitado y convertido en genuino ‘Museo del Molino’ por el ayuntamiento. Fue construido por don Joseph de Inca una vez que le fueron concedidos los permisos en 1700. Aunque el frontispicio del molino muestra la fecha de su construcción en 1488, es evidente que el inmueble no es de entonces, si bien pudo haber existido otro molino en el mismo sitio, aunque tal incidencia no está documentada históricamente.
En tiempo remoto existió en el entorno de Los manantiales el molino de La Plana, cuya ubicación exacta se ignora, pero que se supone que fue incorporado al de Inca, formando con él un solo bloque. Junto a éste se levantaban los molinos de La Molina y Batán, el último hoy convertido en acreditado restaurante. No muy lejos de ambos se hallaba el de Zea, del que aún existen ruinas. Los molinos de La Molina y Batán recibían excepcionalmente sus aguas del manantial del Albercón. Todos estos molinos se agrupaban en las inmediaciones de los manantiales, alejados del núcleo urbano.
Los molinos que faenaban en el interior de la población o en sus cercanías eran: el molino del Moro, situado en el extrarradio, que molía mineral de hierro y que durante los años críticos de la nación fue convertido en hogar para niños desvalidos; el del Molinillo, cercano al antiguo mercado municipal, dedicado a la molienda de sal; el de Manojas, del que ya se ha hablado; los de: el Castillo, el Malleo, el Rosario y la Torre, en plena calle Cauce, paralela a la de San Miguel. La calle Cauce se denomina así desde que a mediados del siglo pasado fuera soterrado el viejo “Cau”.
Del molino de la Torre, las aguas, conducidas subterráneamente, bajaban al molino de La Bóveda, que posteriormente se convirtió en restaurante y en la actualidad permanece cerrado debido a un hundimiento. A partir de aquí el cauce se desviaba en dos vertientes, una hacia el oeste, moviendo los molinos de La Esperanza, El Pato y El Caracol, y otra hacia el este, haciendo funcionar los molinos de La Glorieta, el Nuevo (donde naciera la popular Micaela, tan querida en Torremolinos), el de la Cruz y el del Peligro, el más cercano de todos al mar.
Los viejos molinos le fueron padres a Torremolinos, en tanto que madre le fue la Torre de los pimenteles. La gloria de los molinos se apagó en 1926; pero el pueblo aún lleva en sus venas la savia de aquéllos y el espíritu de las aguas que los impulsaron. 

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