Gente, lugares y tradiciones

El errado cálculo del adventista Barbour

Fue el escrutador bíblico John Aquila Brown el primero en hacer constar, en su obra ‘El Atardecer’, de 1823, que los siete tiempos de Daniel duraban 2.520 años. Hasta su tiempo se estimaba que duraban la mitad, 1.260 años. Brown calculó 7 años proféticos de 360 días, pero erradamente elevó el result

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    En el fascinante libro ‘Colón, la historia jamás contada’, del profesor e historiador portugués Manuel Rosa, aparece un grabado con texto en portugués en el que, en el espacio de siete mil años, se detalla lo siguiente:

 

    Que desde el año 4004 antes de la era actual (a.e.a.), en que supuestamente fue creado el hombre, hasta el tiempo del patriarca Jacob, que dio inicio a Israel, transcurrieron 2.138 años; que los tiempos de Israel duraron 1.260 años, hasta el 606 a.e.a.; que los tiempos de los gentiles duran desde el 606 a.e.a. hasta 1914 de la era actual (e.a.), supuestamente 2.520 años, aunque se ha contabilizado por error un año menos; que el tiempo del fin dura 82 años, desde 1914 a 1996; y que el milenio o mil años del reinado de Cristo sobre la tierra dura desde 1996 hasta 2.996 e.a. Según el grabado, entre el 4004 a.e.a. y el 2996 e.a. transcurren siete mil años.

 

    Lo curioso es que el autor, Manuel Rosa, afirma que el grabado aludido se basa en el ‘plan templario de los tiempos’ y parece indicar que el mismo ha sido tomado del ‘Libro de las Profecías’, de Colon. Tal vez lo que el profesor Rosa quiere decir es que ha sido inspirado en el citado libro de las profecías. Sin embargo, examinado a fondo el mencionado libro de las profecías de Colón, nada se especifica en él sobre lo que recoge el grabado ‘templario’ al que hace referencia la obra del profesor Rosa.

 

    Es cierto que al libro de las profecías de Colón le fueron arrancadas varias páginas por orden del rey de Portugal. ¿Pudiera haber estado entre dichas páginas faltantes la información sobre lo que menciona el grabado, y específicamente los 2.520 años de hipotética duración de los tiempos de los gentiles, entre el 606 a.e.a. y 1914? Este libro comenzó a escribirlo Colón en 1502 y fue terminado hacia 1504 por el monje cartujo fray Gaspar Gorricio. El manuscrito se conserva en la Biblioteca Capitular y Colombina de la Catedral de Sevilla. Constaba de 84 hojas, 14 de las cuales fueron removidas, por lo que hoy tan solo se conservan 70. Escrito en castellano, el libro cita unos 385 textos latinos de la Vulgata.

 

    Sea que el grabado referido se fundamente en el libro de las profecías de Colón o no -y lo más probable es que no, dado que antes de 1823 nada parece saberse de los famosos 2.520 años-, sí es seguro que las fechas y tiempos recogidos en el mismo circularon ampliamente durante el siglo XIX. En 1823 el escrutador bíblico John Aquila Brown dio a la luz su libro ‘El atardecer’ y en él expone, se cree que por vez primera, que los siete tiempos de Daniel, que no de los gentiles, duraban 2.520 años, para lo cual Brown sencillamente duplicó los 1.260 años que desde los días del abad De Fiore, en la Edad Media, se aplicaba generalmente a la duración de los aludidos siete tiempos del profeta hebreo.

 

   Brown realizó el cálculo partiendo de la base de que los siete tiempos o años que Daniel aplicó a Nabucodonosor duraron 2.520 días, que equivalen a 7 años de 360 días que se consideraban proféticos. Con todo, Brown calculó inadvertidamente años de 365 días, en lugar de 360, y elevó los 2.520 días a 2.520 años solares, según la numerología de los cabalistas judíos, que venían aplicando a ciertos textos bíblicos un año por cada día. Con ello estableció Brown que los siete tiempos de Daniel iban del 604 a.e.a. (según la Historia y otras ciencias, primer año efectivo de Nabucodonosor como rey de Babilonia) hasta 1917, año en que a su juicio esplendería la gloria de Israel. En ese preciso año los ingleses liberaron a Jerusalén de los turcos y el cálculo de Brown fue apreciado como realmente profético por varios escudriñadores de la Biblia.

 

  Después de Brown surgió William Miller, fundador del adventismo, que aceptó los 2.520 años de los siete tiempos de Daniel, aunque aplicó el cómputo entre el 677 a.e.a. y 1843. Se suponía que al cabo de esos 2.520 años Cristo regresaba a la Tierra en su segunda venida. No habiendo sucedido nada de lo anunciado en 1843, Miller pospuso el advenimiento de Cristo para 1844, y tampoco tuvo lugar lo esperado, por lo que el movimiento millerista se fraccionó en varios grupos. Uno de los discípulos de Miller fue Nelson Horatio Barbour, quien desilusionado, abandonó el grupo.

 

    En 1843 publicó su obra ‘Primer elemento de la profecía sagrada’ el teólogo Thomas Rawson Birks, quien retomó la antigua fecha que los historiadores daban para la conquista de la ciudad de Harrán por los babilonios. Los historiadores asumen que la toma de Harrán marcó el inicio de los 70 años de Babilonia como imperio absoluto tras la conquista de Asiria. Y como en su día se había calculado, con base en una incorrecta interpretación de los escritos del astrónomo Tolomeo, que Babilonia había caído en el 536 a.e.a., por esa razón los historiadores aplicaron retrospectivamente los 70 años de Babilonia a esa fecha, llegando así al 606 a.e.a. como año de la toma de Harrán.

 

  Posteriormente los historiadores -y con certeza, antes de 1823- rectificaron las fechas, basados en la cronología egipcia que da fechas exactas de ciertos hechos históricos. Uno de tales hechos fue la subida al trono del faraón Necao II, o Nekó, quien en el año primero de su reinado, ya al siguiente de su ascensión al trono, acudió a luchar contra los babilonios al lado de los asirios que defendían Harrán a las órdenes del rey Asurubalit II. Dado que la toma de Harrán se documenta científicamente en el 609 a.e.a., tanto por la Historia como por la Arqueología y la Astronomía, los historiadores aplicaron al año 609 a.e.a. los 70 de duración del nuevo imperio babilonio y llegaron inicialmente al 539 a.e.a. como año de la caída de Babilonia. La inexactitud del año 609 a.e.a. hubiera significado también la inexactitud del 539 a.e.a. Estas fechas serían posteriormente confirmadas sobre todo por el estudio metódico de las decenas de miles de tablillas cuneiformes descubiertas en tierras de la antigua Babilonia.

 

  En 1844 otro teólogo, Edward Obispo Elliot, lanza el libro ‘Horas con el Apocalipsis’ y en él especifica que los siete tiempos de Daniel o 2.520 años corren del 606 a.e.a. a 1914. Y cerca de la década de 1870, el antes mencionado Barbour, adventista y discípulo de Miller, llega a Londres y en sus visitas a la Biblioteca Nacional leyó el libro ‘Horas con el Apocalipsis’, de Elliot. Barbour asumió las fechas 606 a.e.a. y 1914, no como los siete tiempos de Daniel, sino como los tiempos de los gentiles, considerándose a partir de entonces que lo que duraban 2.520 años eran los tiempos de los gentiles mencionados en el evangelio de Lucas, por lo que suponemos que el grabado del libro del profesor Rosa puede deberse a la autoría de Barbour.

  

 Para los teólogos y escrutadores bíblicos anteriores a Barbour, la fecha del 606 a.e.a., que ya los historiadores habían desechado, era para los estudiosos bíblicos la del inicio de los 70 años de sumisión de las naciones a Babilonia, tal como antes lo habían estado a Asiria. En esos 70 años se incluían los tres destierros de los judíos. Barbour no comprendió el concepto de sumisión o servidumbre y pensó que era lo mismo que destierro. Y así aplicó a la fecha del 606 a.e.a. la destrucción de Jerusalén y el destierro judío del año 19 de Nabucodonosor, pensando que era el más importante, cuando fue mayor el destierro del año 8 del rey babilonio, todo lo cual publicó en su revista ‘El Heraldo de la mañana’, junto con las fechas 606 a.e.a. y 1914, sin detectar que entre ambas no mediaban 2.520 años. 

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