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Aquellos molinos de Torremolinos ( y 2)

Alineados a lo largo del cauce que nacía en los manantiales, los molinos de Torremolinos, según las viejas crónicas, proporcionaron grandes beneficios al rey de Granada durante el tiempo de la ocupación árabe. Algunos creen que fueron erigidos en dicho tiempo. Otros los estiman más antiguos.

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    Al tiempo de la expropiación forzosa de los molinos en 1923, tras la segunda acometida de aguas a la ciudad de Málaga (la primera se realizó en 1876), se contabilizaban diecinueve molinos en el todavía municipio de Torremolinos (lo fue hasta 1924 en que se anexionó a Málaga). Siguiendo el orden en el que aparecen en el libro de Juan José Palop, ‘Los molinos de Torremolinos’, estas industrias molineras eran las que se relacionan:

 

   Molino de Inca, Molino de la Molina, Molino de Batán, Molino de Zea, Molino del Moro, Molino del Molinillo, Molino de Manojas, Molino del Castillo, Molino del Malleo, Molino del Rosario, Molino de la Torre, Molino de la Bóveda, Molino de la Glorieta, Molino el Nuevo, Molino de la Esperanza, Molino del Pato, Molino del Caracol, Molino de la Cruz y Molino del Peligro.  

 

    Unos mapas levantados en 1739 y que se conservan en el Archivo de Simancas dan a conocer los nombres de los molinos entonces en funciones, entre los que se encuentran algunos que se alistaban en 1923. Catorce eran los molinos en 1739 conocidos. Ese mismo número, y un batán de papel de estraza, es el que menciona Pascual Madoz en 1850 en su ‘Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico de España’. De finales de 1600 se tiene constancia documental del Molino de la Plana, en el predio del nacimiento. Algunos autores creen que este molino era el mismo que el de La Molina, que probablemente quedó anexionado al Molino de Inca.

 

   Los molinos trituraban principalmente harina. Excepcionalmente, algunos molían mineral de hierro, piedra, sal e incluso legumbres, como el de Manojas. El caserón del molino, donde nació la recordada Isabel Manoja, que luchó por la Autonomía del pueblo, aún permanece en pie frente a la calle Cauce, habilitado hoy para usos comerciales. A partir de 1876, en que se procedió a la primera acometida de las aguas de Torremolinos hacia Málaga, los molinos tan solo estaban operativos los días en que se les permitía hacer uso de las aguas. Y, aunque muchos molinos ya habían cerrado por la escasa rentabilidad de su industria, en 1923 continuaba con sus tareas el molino de Manojas.

  

 El primer molino que recibía la fuerza acuática de los manantiales era el de Inca, seguramente el más antiguo, hoy felizmente rehabilitado y convertido en genuino ‘Museo del Molino’ por el Ayuntamiento. Junto a éste se levantaban los molinos de La Molina y Batán, el último hoy convertido en industria hostelera y, no muy lejos de ambos, el de Zea. Los molinos de La Molina y Batán recibían excepcionalmente sus aguas del manantial del Albercón. Todos estos molinos se agrupaban en las inmediaciones de los manantiales, alejados del núcleo urbano.

    Los molinos que faenaban en el interior de la población o en sus cercanías eran: el molino del Moro, situado en el extrarradio, que molía mineral de hierro y que durante los años críticos de la nación fue convertido en hogar para niños desvalidos; el del Molinillo, cercano al antiguo mercado municipal, dedicado a la molienda de sal; el de Manojas, del que ya se ha hablado; los de el Castillo, el Malleo, el Rosario y la Torre, en plena calle Cauce, paralela a la de San Miguel. La calle Cauce se denomina así desde que a mediados del siglo pasado fuera soterrado el viejo ‘Cau’.

    Del molino de la Torre, las aguas, conducidas subterráneamente, bajaban al molino de La Bóveda. A partir de aquí el cauce se desviaba en dos vertientes, una hacia el oeste, moviendo los molinos de La Esperanza, El Pato y El Caracol, y otra hacia el este, haciendo funcionar los molinos de La Glorieta, el Nuevo (donde naciera la popular Micaela, tan querida en Torremolinos), el de la Cruz y el del Peligro, el más cercano de todos al mar. En resumen, los molinos que en 1923 estaban operativos, o hacía pocos años que habían dejado de estarlo, reunían, enumerándoles en descenso hasta la playa, las siguientes características:

 

  Molino de Inca: Su nombre lo impuso Joseph de Inca a raíz de la licencia de edificación que se le concedió en 1700. Probablemente ya existía su estructura, anexa al antiguo molino de la Molina, y lo que hizo fue remodelarlo. Con un salto acuático de 5,11 metros y 22 litros por segundo que recibía del manantial de Inca, en 1923 no existía la maquinaria molendera y el caserío era finca particular de recreo.

 

   Molino de la Molina: Recibía sus aguas del manantial del Albercón. Anexionado al molino de Inca, probablemente fuera el mismo viejo molino de la Plana, según estiman algunos autores. Molino de Batán: Su nombre se debe a que en el siglo XVIII se dedicaba a manufacturar papel de estraza por medio de un batán. Tenía salto de agua de 2,68 metros y caudal del 36 l/s. Molino de Zea: Se lo compró en 1755, con otras fincas, don Francisco de Zea al señor Inca. Salto de agua de 2,68 metros y 122 l/s. Fue de los últimos en moler trigo.

  

 Molino del Moro: Dedicado a la molienda de hierro, con salto de agua de 4,44 m. y caudal de 122 l/s. Constaba de varias plantas y descomunal arquitectura. Molino del Molinillo: Lindante con el del Moro, molía sal. Salto de agua de 1,13 m. y caudal de 122 l/s. Molino de Manojas: De dos plantas, fue inicialmente molino harinero, si bien al tiempo de la expropiación de aguas molía lentejas para la empresa Ceregumil, de Málaga.

 

   Molino del Castillo: Situado entre las calles San Miguel y Cauce, tenía un salto de agua de 3,38 m. y caudal de 122 l/s. Molino del Malleo: De dos plantas, situado frente a la parroquia de San Miguel, fue molino harinero con un salto de 4,06 m. y caudal de 122 l/s. Molino del Rosario: Harinero, con puerta de acceso a la torre de Pimentel, su salto de agua era de 7,11 m. y caudal de 61 l/s. Molino de la Torre: Harinero, con salto de agua de 7,44 m. y caudal de 51,50 l/s. Hoy remodelada su estructura como Restaurante Molino de la Torre, el mirador de uso público que otrora ostentaba una batería de cañones lo ocupa la terraza del citado restaurante.

 

   Molino de la Bóveda: Sito en la Cuesta del Tajo, tenía salto de agua de 11,2 m. y caudal de 122 l/s. Al tiempo de la expropiación molía minerales y piedra. Molino de la Glorieta: Contiguo al de la Bóveda, tenía salto de agua de 7,46 m. y caudal de 25,75 l/s. Molino El Nuevo: En la calle Los Molinos, disponía de dos saltos de agua, uno de 5,29 m. y caudal de 25,75 l/s., y otro salto de 16,68 m, y caudal de 30,25 l/s. Molino de la Esperanza: En la calle Los Molinos, molía minerales y disponía de salto de agua de 112,56 m. y caudal de 30,25 l/s. Molino del Pato: Contaba con salto de agua de 3,96 m. y 30,25 l/s.

 

  Molino del Caracol: Harinero, al final de la calle Los Molinos, tenía salto de agua de 5,38 m. y caudal de 30,25 l/s. Molino de la Cruz: Entre las calles Peligro y Bajondillo, molía piedra. Su salto de agua era de 6,54 m. y su caudal de 122 l/s. Molino del Peligro: Junto a la playa, en el año de la expropiación se destinaba a vivienda. Tenía salto de agua de 1,19 m. y caudal de 122 l/s.          

 

   Los molinos de Torremolinos, según las viejas crónicas, proporcionaron grandes beneficios al rey de Granada durante la ocupación árabe. Algunos creen que fueron erigidos en dicho tiempo. Otros los estiman más antiguos. Tras la conquista del territorio por los Reyes Católicos, los molinos pasaron a otras manos y continuaron su incansable labor hasta que en la tercera década del siglo XX la desviación hacia Málaga de las aguas de los manantiales torremolinenses los sentenció definitivamente al silencio.       

  

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