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¿El origen de los planetas Marte y la Tierra?

Algunas fotografías de la superficie marciana presentan restos de estructuras claramente artificiales, de ahí que muchos opinen que no se trata de fotos obtenidas en Marte, y menos cuando hay tomas que lo que claramente muestran es vegetación.

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    Se dice que el robot Curiosity anda por la superficie marciana recabando datos y fotografiando cuanto ve. No se sabe cómo ha conseguido atravesar los peligrosos cinturones radiactivos de Van Allen que rodean la Tierra y que literalmente achicharran todo artefacto que intenta atravesarlos. Aceptemos que así ha sido, que los ha traspasado felizmente y el Curiosity se encuentra ahora en Marte.

   

Uno de los datos más sorprendentes que nos hace llegar el Curiosity es que en Marte existen indicios de que hubo un océano de agua salada. ¿Qué ocurrió con aquella descomunal masa acuática? ¿Se desplazó a la Tierra debido a la catástrofe estelar en la que el planeta que llamamos rojo fue alcanzado por enormes cascotes y rocas procedentes de un vecino planeta que supuestamente estalló cuando impactó con otro cuerpo de fuera del sistema solar?

  

 Los astrónomos teorizan que los planetas fueron formados al desprenderse materia incandescente del Sol, la cual al enfriarse dio origen a los cuerpos estelares que a su alrededor orbitan, sean planetas o satélites. Sin embargo, esa explicación queda obsoleta al reconocerse que la Luna es mucho más antigua que la Tierra y muy diferente a ella. A día de hoy no se sabe exactamente cómo se formó el sistema solar y los astrónomos solamente pueden lanzar conjeturas al respecto. De modo que cualquiera otra teoría que trate de explicar su formación es tan válida como la que ofrece la ortodoxia astronómica.

  

 Dos teorías sobre Marte y la Tierra pueden explicar satisfactoriamente el origen de los dos planetas. Naturalmente, ambas están en desacuerdo con la ciencia oficial, que no maneja sino teorías para tratar de explicar cómo se formó el sistema solar y por ende los dos planetas mencionados. La primera teoría que sacamos a colación es la que presentan las tablillas sumerias interpretadas por Zecharia Sitchin, polémico escritor a quien los astrónomos rebaten sus argumentos, los cuales, por cierto, no parecen ser tan ilógicos. La segunda teoría nos la proporciona José Luis Camacho a través de su programa ‘Mundo Desconocido’, que cuenta con innumerables seguidores en la red.

  

 Zecharia Sitchin, que ha escrito no pocos libros sobre el tema, nos informa de que los sumerios conocían doce cuerpos principales dentro del sistema solar, incluyendo un presumible planeta al que daban el nombre de Nibiru y que se acercaba a la órbita de la Tierra aproximadamente cada 3.600 años. Tales cuerpos eran: el Sol, Mercurio, Venus, la Tierra, la Luna, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón y Nibiru, si bien los sumerios los denominaban con otros nombres. No se mencionan los satélites de los planetas más alejados de la Tierra. Algunos de éstos los ha descubierto la ciencia oficial en los últimos siglos; pero los antiguos grabados sumerios dejan interpretar que, efectivamente, los cuerpos del sistema solar, contando el planeta forastero, ya incluían los planetas que los astrónomos descubrieron más tarde.

 

   Según Sitchin interpreta de las tablillas sumerias, a las que se atribuyen más de cinco mil años de antigüedad, donde hoy está el cinturón de asteroides existía el planeta Tiamat. Un planeta ajeno al sistema solar, Nibiru, de gran tamaño y excepcional trayectoria elíptica, entró en el sistema solar y se interpuso en el itinerario de Tiamat. Una de las lunas de Nibiru chocó violentamente con Tiamat, que se fragmentó. El trozo más grande, la cabeza de Tiamat, salió despedido con sus aguas hasta una órbita más cercana al Sol. La antigua cabeza de Tiamat se conocería como el planeta Tierra, que arrastró tras de sí a uno de los satélites de Nibiru, hoy la Luna. De ahí que la Luna sea tan distinta de la Tierra y sea más antigua. El resto del viejo planeta Tiamat serían los asteroides que orbitan entre Marte y Júpiter.

 

   Por otro lado, José Luis Camacho expone en Mundo Desconocido la teoría de la formación del planeta Marte. Según la Ley de Bode, que en realidad es del astrónomo Titus, y Bode se la apropió, se da cierto patrón matemático de distancias entre los planetas del sistema solar con relación al Sol, distancias que tienen que ver con el número que ocupan en sus respectivas órbitas. Así, dando a la Tierra la distancia 1, que ocupa la tercera posición en el sistema y cuya distancia coincide con el patrón de distancia real, los demás planetas se ubicarían a las siguientes distancias del Sol:

 

  Mercurio, primera posición y distancia de 0,4 (la distancia real es de 0,39); Venus, segunda posición y distancia de 0,7 (distancia real 0,72); Marte, cuarta posición y distancia de 1,6 (distancia real 1,52); cinturón de asteroides, quinta posición y distancia de 2,8 (distancia real 2,77); Júpiter, sexta posición y distancia de 5,2 (distancia real 5,2); Saturno, séptima posición y distancia de 10 (distancia real 9,54); Urano, octava posición y distancia de 19,6 (distancia real 19,2); Neptuno, novena posición y distancia no precisada en la Ley de Titus-Bode, pero que pudo haber sido de 29,9 (distancia real 30,06); y Plutón, décima posición y distancia de 38,8 (distancia real 39,44).

 

  La Ley de Titus-Bode, pues, establece la relatividad matemática de las distancias de los planetas con respecto al sol. En la quinta posición se halla el cinturón de asteroides, que evidentemente tuvo que haber constituido un planeta en la remota antigüedad. Es el que los sumerios denominan Tiamat y que los astrónomos menos simpatizantes con la ortodoxia científica designan como planeta Faetón.

 

    Continuando con la exposición de José Luis Camacho, Faetón fue alcanzado de lleno por un cuerpo celeste de fuera del sistema solar, hipotéticamente el planeta X ó Nibiru. Ambos cuerpos quedaron despedazados, o por lo menos Faetón, y sus trozos conforman actualmente el cinturón de asteroides. Como resultado del colosal choque, cascotes de Faetón alcanzaron la cara que daba a Faetón. Supuestamente Marte era uno de los satélites o lunas de Faetón. La fuerza del impacto hizo desplazarse a Marte hasta situarse en su actual órbita, ya como planeta independiente, aunque con una mayor inclinación del eje. La cara de Marte alcanzada por los cascotes de Faetón presenta numerosos cráteres, además de grandes extensiones de rocas desperdigadas. No así la cara no acribillada, que se aprecia muy diferente de la otra.        

 

  Volviendo al Curiosity que se pasea por la superficie de Marte, además de innumerables datos técnicos el robot transmite fotografías del planeta que pensábamos que era de color rojo. Al menos las fotos que la NASA nos ofrece se aprecian uniformemente rojizas o amarronadas. Sin embargo, se ha descubierto que el color de dichas fotografías está trucado. Cuando se restauran los colores originales con el adecuado programa informático, resulta que Marte brinda unos tonos azulados y verdosos muy semejantes a los de la Tierra. ¿Realmente se ha fotografiado Marte o se trata de alguna remota zona de la Tierra?

 

  Lo curioso es que algunas fotografías de la superficie marciana presentan restos de estructuras claramente artificiales, de ahí que muchos opinen que no se trata de fotos obtenidas en Marte, y menos cuando hay tomas que lo que claramente muestran es vegetación. Si realmente las instantáneas son de Marte, es evidente que el planeta albergó algún tipo de vida en otro tiempo, aunque sería aventurado hablar de vida inteligente; pero si en Marte existen estructuras geométricas, como parece ser el caso, decir que allí hubo algún tipo de inteligencia no resulta descabellado.

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