Gente, lugares y tradiciones

De la Tierra a la Luna y al planeta Marte

Hay científicos que aseguran que era imposible lograr la hazaña de llevar una nave sana y salva a la Luna. No se explican cómo tal vehículo pudo atravesar los cinturones de Van Allen sin literalmente achicharrarse sus ocupantes.

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    En el siglo XIX el fantástico escritor Julio Verne ya había concebido los viajes interplanetarios, al menos en su novela ´De la Tierra a la Luna´. En el siglo siguiente el viaje a la Luna se hacía realidad o se pensaba que se había hecho realidad cuando se dijo que por fin la mano del hombre había logrado poner el pie en la Luna, valga el aparente contrasentido de la expresión. O eso es lo que entendimos cuando fueron retransmitidas las imágenes de los astronautas sobre la Luna aquel 20 de Julio de 1969.

 

  Hay detractores que aseguran que aquellas imágenes fueron rodadas en un estudio cinematográfico para hacer creer al mundo que los Estados Unidos habían sido los primeros en colocar al hombre en la Luna.  Sin embargo los rusos, que eran pioneros en la carrera espacial y llevaban cierta ventaja a los norteamericanos, no lo habían conseguido. ¿Por qué? ¿Sabían los rusos algo que los americanos ignoraban?

 

  Hay científicos que aseguran que era imposible lograr la hazaña de llevar una nave sana y salva a la Luna. No se explican cómo tal vehículo atravesó los cinturones de Van Allen sin literalmente achicharrarse sus ocupantes. Los cinturones de Van Allen son dos coberturas altamente radiactivas que envuelven el espacio extra atmosférico de la Tierra. Y no solamente de la Tierra, sino también de los demás planetas y satélites. Para poder atravesar sin peligro al menos el primero de los cinturones, el más inmediato a la Tierra y el más peligroso, la astronave hubiera necesitado una protección de plomo de más de un metro de espesor.

   

Los cinturones de Van Allen fueron descubiertos por el científico James Van Allen en 1958. El cinturón más cercano a la Tierra detenta un gran espesor y su actividad se mide en mega electro voltios (Mev). Se calcula que este cinturón tiene entre 100 y 400 Mev. Para hacerse una idea de la peligrosidad que supone atravesarlo, el accidente de Chernobyl, hoy una ciudad fantasma, causó decenas de muertes al personal operario y miles de enfermedades perpetuas, como diversos tipos de cánceres, a las personas más alejadas del reactor nuclear en el que se originó la fuga radiactiva, estimada sobre los 10 Mev ó 200 veces superior a la radiactividad liberada en las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki. ¿Cómo pudieron los astronautas del Apolo XI y otros posteriores haber atravesado sin peligro una zona radiactiva superior a los 100 Mev?

 

  Después de los Apolos se iniciaron los lanzamientos a Marte, como últimamente el Curiosity, que aparentemente se pasea con toda tranquilidad por la superficie marciana. Nadie explica cómo tales ingenios pudieron atravesar los cinturones de Van Allen sin ser quemados e inutilizados sus aparatos de observación y grabación. Por esa razón hay quien supone que las imágenes que nos ofrecen de la Luna y de Marte hayan sido captadas en estudios de cine o en lugares desérticos de la propia Tierra. De ahí que en no pocas de esas imágenes se observen construcciones o  ruinas de las mismas, señales de poblaciones sepultadas bajo las arenas, ángulos rectos y formas cuadrangulares perfectas que, evidentemente, no son obra de la naturaleza. De ahí también que los paneles y tornillería de la nave Curiosity posada en Marte aparezcan impolutos, cuando se sabe que, sin nadie que se encargue de limpiarlos, se llenan de polvo, y más si están en un lugar desértico donde el viento transporta arena.

 

   Pero supongamos que, tanto los Apolos enviados a la Luna como los artilugios despachados a Marte sí lograron de alguna manera, tal vez por alguna zona libre de energía radiactiva, atravesar los peligrosos cinturones de Van Allen y alunizasen o amarcianizasen como si tal cosa. Nos obligamos entonces a aceptar como verídicos los paseos de los astronautas por la Luna, así como la toma de fotografías, realización de filmaciones, recogida de muestras y colocación de instrumentos científicos en la superficie. Tenemos asimismo el testimonio de las estaciones, como la de Robledo de Chabela, seguidoras de aquellos viajes espaciales. Lo mismo sería cierto de las naves lanzadas a Marte y de los módulos que ruedan por aquellos inhóspitos parajes.   

   

En el caso de que las fotografías de la Luna y Marte sean auténticas, lo cual no se duda si realmente las astronaves consiguieron atravesar felizmente los cinturones de Van Allen, dichas tomas las ofrece la NASA ya censuradas mediante programas informáticos que borran o camuflan ciertas partes que evidentemente serían polémicas. En ellas aparecen aún las señales de las ya aludidas ruinas de poblaciones, formas cuadrangulares y ángulos rectos no naturales, además de lo que pudieran ser pirámides y titánicas esculturas y obeliscos.

 

  Por otro lado, las imágenes de la Luna se presentan en blanco y negro, así como en tonos rojizos las de Marte, cuando se ha descubierto que la Luna tiene un color un tanto dorado o pardo y Marte es similar en color a la Tierra, siendo su atmósfera, que la tiene, aunque más tenue, de color azulado. Tal color indica que la atmósfera de Marte es húmeda y en ella se generan vientos. Posicionando las fotografías en el color original, algo que es relativamente fácil para los programas informáticos, se han observado hasta nubes en el cielo marciano. Se han observado igualmente corrientes de agua, lo que explica que la NASA presente las fotos marcianas en un uniforme color rojo ocre para que el observador no se percate de la realidad de lo que ve.

  

 Lo más extraño del asunto es que, en algunas contadas zonas marcianas, grandes masas que aparecen de un solo colorido rojizo en las fotografías oficiales, al restaurarlas a su originalidad resulta que son de color verdoso. Al ampliarlas se observa que son verdaderas selvas de árboles, entre los cuales se ven azulados lagos. En otros lugares se detectan monumentales restos de rostros humanos, como la famosa cara de Cydonia, aunque también se observan tales perfiles en riscos y acantilados, acerca de los cuales la NASA se adelanta presurosamente a concluir que son observaciones pareidólicas o que en la mente del observador semejan caras. No obstante, como en el caso de la famosa cara de Sydonia, cuya imagen la Nasa nos ofrece ahora totalmente deformada, no lejos de ella se ven extrañas formas piramidales entre las cuales pueden trazarse polígonos perfectos, lo cual se considera como la obra de alguna inteligencia.  

 

    La Ciencia no explica satisfactoriamente cómo se formó el sistema solar ni cómo se originaron la Tierra, la Luna y Marte. El discutido escritor ruso Zecharia Sitchin, basado en la interpretación de los textos sumerios, razona que Marte era un satélite natural del planeta Faetón o Tiamat, que explotó como consecuencia de un choque con otro cuerpo celeste. Faetón o Tiamat sería el planeta que hoy conforma el cinturón de asteroides. Marte habría sido lanzado a su actual posición tras recibir en una de sus caras el horrible impacto de algunos restos del planeta madre. La Tierra sería el trozo más grande de Tiamat; y la Luna, el satélite del cuerpo celeste que chocó con Tiamat y que fue captado por el recién formado planeta Tierra, el cual habría absorbido además gran parte del agua de Tiamat o Faetón. La teoría no parece ser tan descabellada como la que aceptamos oficialmente. Y Julio Verne sin enterarse de ello. ¿O sí?

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