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Poetas malagueños: Manuel Altolaguirre

La prestigiosa revista ‘Litoral’, única en su género y la de mayor solera de las artes literarias, tiene su sede en Torremolinos y fue fundada por los poetas malagueños de la Generación del 27, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados.

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Parte sublime del legado cultural de Manuel Altolaguirre, célebre poeta de la Generación del 27, quedó finalmente en Torremolinos. Aunque su publicación se detuvo en el tiempo, ese mismo tiempo se encargó de resucitar sus páginas: la pionera revista ‘Litoral’, creada por Altolaguirre y Emilio Prados en 1926, continúa activa hoy, con acertado rumbo, gracias a un grupo de entusiastas amantes del arte puro, bajo la diestra pluma de Lorenzo Saval. ‘Litoral’, de inconfundible solera, es única en su género y es la revista por excelencia del arte literario, aunque en ella cabe la corte celestial de las excelsas artes.

 

    Hijo de familia acomodada, nació Manuel Altolaguirre en Málaga, en el señorial barrio del Limonar Alto, el 29 de Junio de 1905. Tras cursar el bachillerato en el colegio de los Jesuitas de Málaga, inició la carrera de Derecho en la Universidad de Granada, donde se graduó. Ejerció durante corto tiempo la abogacía y se inclinó definitivamente por su vocación literaria y la imprenta, llegando a ser impresor, editor e impulsor de sus propias obras poéticas y de las de otros conocidos poetas. Su revista ‘Litoral’ sirvió de plataforma, junto con otras de prestigio nacional, a los poetas de la famosa Generación del 27, en la que él mismo se encuadró junto a Federico García Lorca, Gerardo Diego, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Emilio Prados, Jorge Guillén, Pedro Salinas y Dámaso Alonso, entre otros que también son considerados como dignas lumbreras de aquella augusta Generación.

 

  Publicó su primera obra, ‘Las islas invitadas’, en 1926. Posteriormente la reeditaría en 1936 y en 1944, añadiéndole nuevos poemas en 1946. De entre las primicias de esta deliciosa obra inaugural destaca su poema ‘Playa’, dedicado a su colega Federico García Lorca. Leemos en una de las dos versiones: “Las barcas de dos en dos / como sandalias del viento / puestas a secar al sol. / Yo y mi sombra, ángulo recto. / Yo y mi sombra, libro abierto. / Sobre la arena tendido / como despojo del mar / se encuentra un niño dormido. / Y la estela de su marcha / abierta al igual que un libro. / Y yo leyendo en los muros / del ángulo de su huída / los imposibles estímulos”. Una segunda versión del poema no incluye los cinco últimos versos y en su lugar inserta éstos: “Y más allá, pescadores tirando de las maromas / amarillas y salobres”.

 

    En la misma obra, ‘Las islas invitadas’, admiramos los versos alineados bajo el epígrafe ‘Secreto’: “Recorre el amor mi verso, / baja y sube por sus hilos; / el corazón que lo impulsa / nunca lo deja tranquilo, / que quiere vivir y late, / corazón propio, escondido / entre palabras que corren / por venas que son suspiros. / Mujer desnuda, el poema / guarda su secreto ritmo. / Quiero matarte, quisiera / que tu amor se hiciese río, / que tu voz se desangrara, / que perdiera ese continuo / ir y venir por un rostro / de rubores indecisos. / Nadie sabe lo que dice / el pensamiento escondido; / quiero que te desemboques, / que seas madre de ti mismo”.

   

Su revista ‘Litoral’ dejó de publicarse en 1930 -aunque años después otros intelectuales tomarían el relevo y la restablecerían-. A su cierre, Altolaguirre continuó en solitario con la revista ‘Poesía en Málaga’, que tan solo conoció cinco números. Posteriormente recorrería varias ciudades europeas y regresaría a España. En Madrid conoció a la poetisa Concha Méndez, con quien contrajo matrimonio y con quien conjuntamente publicó obras de los más prestigiosos poetas españoles.

  

 La guerra civil le sorprende y ello no le impide convertirse en director de la compañía teatral La Barraca, que el poeta de Fuentevaqueros había impulsado. En el terreno político se inscribe en la Alianza de Intelectuales Antifascistas, para la que prestó servicios como impresor. Los aberrantes fusilamientos de sus hermanos Luis y Federico, así como de sus amigos y poetas García Lorca y Jose María Hinojosa, le hicen caer en una grave depresión y huye de España, siendo confinado en un campo de concentración francés y después ingresado en una institución psiquiátrica, de donde es rescatado por unos amigos, entre ellos Pablo Ruiz Picasso, que le facilitan los billetes oportunos para embarcarse rumbo a América.

 

   Tras una estancia de pocos años, primero en Cuba y luego en México, donde en 1946 trabajó como guionista de cine, se casa en segundas nupcias con la millonaria cubana Maria Luisa Gómez Mena. Regresado a Málaga en 1950, para visitar a familiares y amigos, colabora con la revista malagueña ‘Caracola’. Con su esposa funda la entidad cinematográfica ‘Producciones Isla’. En 1952 escribe el guión de la película ‘Subida al cielo’, dirigida por Luis Buñuel, y participa en el Festival de Cannes, donde obtiene el Premio de la Crítica. Trabajó asimismo como guionista y productor en otras películas de la época.     

 

 

  En 1959 presenta en San Sebastián su película ‘El Cantar de los Cantares’. Tras el acontecimiento se dirige a Madrid, pero al pasar por la Bureba, en la provincia de Burgos, un fatal accidente automovilístico segó la vida de su esposa, que lo acompañaba. Manuel falleció días después, el 26 de Julio. De sus antiguos compañeros de la Generación del 27, solamente Dámaso Alonso pudo acudir al entierro.

 

  Por lo polifacético de su derrotero en la vida, la obra de Manuel Altolaguirre no fue tan extensa como la de sus colegas de Generación, aunque sí profunda. Su expresión metafórica, dentro de la sencilla naturalidad de sus versos, es constante y uniforme. Impresiona al lector, entre muchos otros, su poema ‘Beso’, expresado así: “¡Qué sola estabas por dentro! / Cuando me asomé a tus labios, / un rojo túnel de sangre, / oscuro y triste, se hundía / hasta el final de tu alma. / Cuando penetró mi beso, / su calor y su luz daban / temblores y sobresaltos / a tu carne sorprendida. / Desde entonces los caminos / que conducen a tu alma / no quieres que estén desiertos. / ¡Cuántas flechas, peces, pájaros, / cuántas caricias y besos!”

 

   Para una completa antología poética de Manuel Altolaguirre hemos de tener en cuenta, además de ‘Las islas invitadas’, sus libros ‘Poemas del agua’ (1927), ‘Soledades juntas’ (1931), ‘La lenta libertad’ (1936), ‘Nube temporal’ (1939), ‘Fin de un amor’ (1949) y ‘Poemas de América’ (1955). La poesía de Manuel Altolaguirre, influenciada en su principio por Juan Ramón Jiménez y otros prestigiosos autores, late con singular fuerza en la Málaga que a tantos poetas inspiró y continúa inspirando. Málaga, Altolaguirre y Litoral constituyen una inseparable trinidad poética dotada de inmortalidad.  

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