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Respuesta a un señor de Torremolinos

Ante todo debo manifestarle que soy totalmente apolítico y que no milito en partido alguno; pero eso no quita para que reconozca la honorable labor que puedan hacer los miembros de unos y otros partidos, estén en el poder o no.

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El pasado 19 de Agosto de 2014 recibí -por cierto medio informático a través del cual me resulta de todo punto imposible contestar-, el siguiente mensaje anónimo, aunque escrito de buena fe y correctamente, lo cual es de agradecer:

 

   “Sr. San Martín: …Ha llegado a mis manos una hoja de un periódico de Torremolinos, supongo que promocionado por el Ayuntamiento, en el que escribe un reportaje sobre FEDERICO GARCIA LORCA. Dice Ud. textualmente que murió. Debió escribir que fue asesinado y no fue ninguna conspiración… fueron unos FALANGISTAS los que se lo llevaron y lo fusilaron. En cuanto al Padre de la Patria Andaluza, BLAS INFANTE, exactamente lo mismo… Entiendo perfectamente que Ud. viva de dorarle la píldora a los descendientes de "partido político" de aquellos asesinos. Lo siento por Ud., pero la verdad no se puede ocultar. Atentamente”.   

 

   Mi respuesta en el presente medio informativo, dado que no tengo otra opción:

   

Estimado señor de Torremolinos: Le agradezco su misiva del 19 de agosto, acerca del artículo sobre Federico García Lorca que me publicaron los semanarios de la cadena periodística con la que desinteresadamente colaboro. Si no hubiera sido por unos buenos amigos que me informaron del escrito de usted, el mismo me hubiera pasado inadvertido, pues no entro a leer en el sitio donde usted lo publicó, sitio que por cierto fue creado por alguno de estos amigos, ya que un servidor es lego en materia informática. Créame que lo único que conozco del tema informático es el Word con el que generalmente escribo, por comodidad y rapidez, aunque gran parte de las veces utilizo papel y bolígrafo.

 

  Tal vez por mi parte haya sido algo blando al utilizar para Federico el término “murió”, cuando, como usted bien expone, debí haber dicho “fue asesinado”. Completamente de acuerdo. Sin embargo, si usted lee detenidamente el texto que le sigue a la palabra “murió”, notará que dice que “murió… víctima inocente de la conspiración nacional que encendió la contienda civil”. La conspiración nacional que encendió la contienda civil no fue otra que la sublevación militar contra el gobierno de la República, sublevación que por desgracia se manifestó públicamente el 18 de julio de 1936. Aquella horrible contienda que se prolongó durante tres años le costó a la nación, como usted sabe, allá por el millón de muertos, según se baraja y sin contar los probables centenares de miles de heridos, entre los de uno y otro bando.

 

  Aunque el parte oficial del gobierno militar de entonces dice textualmente que Federico fue encontrado muerto a tiros en tierras granadinas, lo cierto es que fue mandado fusilar por el innombrable “señor del café”, de apellido Queipo de Llano, cuya orden fue llevada a cabo por descerebrados esbirros. Sabedor como soy de este hecho, notará usted que a continuación escribo acerca del “fusilamiento decretado por unos desaprensivos que demostraban odiar la cultura”. En el poema anexo al artículo también aireo un concepto semejante. La violenta muerte de Federico fue un injustificado y cruel atentado a la cultura nacional, con el calificativo de uno de los peores crímenes de la Historia.

 

    Con respecto a lo que escribo sobre Blas Infante, observará que el texto dice “que falleció… víctima igualmente de la incontrolada barbarie de aquellos revueltos tiempos”. Me refiero a la barbarie nacionalista, fueran militares, falangistas o de otra índole, cuyos miembros veían enemigos por todas partes. El represaliado durante y después de la guerra fue horripilante y a día de hoy no se encuentra explicación para masacre tan espeluznante.

 

  Me dice usted que le “doro la píldora a los descendientes de ‘partido político’ de aquellos asesinos”. Entiendo su postura, aunque exactamente no sé a qué se refiere. Ante todo debo manifestarle que soy totalmente apolítico y que no milito en partido alguno; pero eso no quita para que reconozca la honorable labor que puedan hacer los miembros de unos y otros partidos, estén en el poder o no. Tengo en Torremolinos y en otros municipios buenos amigos, tanto del PSOE como del PP, PA e IU. Ellos saben de mi postura neutral y la respetan, como respeto por mi parte sus puntos de vista y creencias.

 

   Cuando era niño me crié en un colegio de la beneficencia provincial debido a que mi madre y abuela eran muy pobres. Incluso se obligaron a pedir limosna por las calles y cuando terminaban las ferias de la ciudad recorrían el arenoso recinto ferial para ver si podían encontrar siquiera una perra gorda. En ese colegio se nos inculcaba entre otras asignaturas obligatorias la de “Formación del espíritu nacional”, que también se daba en bachiller. La estructura colegial se basaba en el ordenamiento falangista entonces vigente. Un niño mal podía conocer el alcance real de aquella instrucción. Lo más que personalmente llegué a estar metido en aquel ambiente fue mediante los campamentos de verano, de los que disfruté como uno más. Cuando, ya bien entrada la adolescencia, abandoné el colegio, dejé de lado aquella ideología en la que forzosamente se nos obligaba a militar. Más tarde llegué a conocer la real historia de los sucesos, o por lo menos la versión de los subyugados, a través de los prohibidos libros de la editorial Ruedo Ibérico, cuya sola tenencia, de descubrirse, me hubiera costado al menos varios años de cárcel. 

 

   Tal vez usted con lo de “dorar la píldora” se refiera al hecho de que durante un tiempo presté servicios en el Ayuntamiento. Debo aclararle que una cosa es prestar servicios al Ayuntamiento del pueblo y otra muy diferente prestar servicios al partido político que rige el Ayuntamiento. Pero si aún se refiere usted a que algún escrito mío le pareció que más era un panegírico que loaba a algún miembro perteneciente a la Corporación, esa efímera loa pudiera estar dirigida a lo conseguido como persona y no como ente político. Lo mismo hubiera escrito si la persona en cuestión fuera del partido opositor. A este respecto sigo la sabia máxima de “ser caluroso en la aprobación y abundante en el elogio”, que es lo que debiera preceder a toda crítica, tal como el barbero enjabona la barba antes de pasar la navaja. No sería sincero si solamente criticara los defectos ajenos y no me fijara en sus bondades. Es la base del trato cotidiano en las humanas relaciones.

 

   Finalmente me dice usted que “la verdad no se puede ocultar”. Estoy de acuerdo con usted. Eso precisamente, el no ocultar la verdad, me ha causado algunas amarguras y decepciones. En lo que respecta al artículo sobre Federico, ya ve que no he ocultado verdades al no dejar escrito que simplemente “murió”. Detrás del término hay media letanía de razones, aunque su detección significa leer también entre líneas. Mi intención al escribir el artículo no fue narrar la biografía del insigne poeta granadino, sino simplemente sacar a flote y con tacto ciertas particularidades. Para empaparse de la biografía están los libros.

 

  Por cierto, el artículo sobre García Lorca no es exclusivo del semanario de Torremolinos, con quien no me ata obligación alguna. También escribo la columna final en verso desde hace años, columna que tampoco es exclusiva del semanario de Torremolinos. Todo ello lo hago de modo gratuito, sin percibir un céntimo. Tampoco trabajo en o para el Ayuntamiento. Tengo mi propio medio de vida liberal. 

  

 Es todo cuanto quería exponerle, señor. Le ruego mil perdones si involuntariamente he ofendido su sensibilidad. Atentamente.

  

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