A Enrique Caro

Jaén y su barrio de San Ildefonso son lugares un poco más tristes desde que el pasado viernes 24 de marzo falleció Don Enrique Caro Cruz, doctor en Medicina...

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Jaén y su barrio de San Ildefonso son lugares un poco más tristes desde que el pasado viernes 24 de marzo falleció Don Enrique Caro Cruz, doctor en Medicina, pediatra famosísimo que ha visto a generaciones y generaciones de niños, trabajador infatigable hasta el último día, pasando consulta, persona reconocida, y Hermano Mayor de la Cofradía de la Virgen de la Capilla, Patrona de Jaén. Tantos méritos y más. Pero ahora le escribo estas líneas y lo hago con el honrado y orgulloso dolor en el hombro de haber podido portar su féretro junto con sus hijos y más allegados, que lo hago con el corazón triste y encogido, pero de él, destaco ante todo logro su propia vida. Una vida plena. Padre de familia, esposo ejemplar, abuelo entrañable, una persona tan buena, tan llana, tan sencilla, optimista y alegre que era todo corazón. Y evidentemente, a quien es todo corazón no podía fallarle otra cosa que aquella con la que únicamente sabía funcionar, el corazón. Tuve la fortuna de conocerlo en su segundo mandato al frente de la Cofradía, cuando quiso contar conmigo para su Junta de Gobierno. Y siempre nos entendimos tan bien, que en tan poco tiempo fuimos capaces de profesarnos un cariño y afecto mutuos que dio en una amistad sincera y profunda. Me preguntaban a menudo si teníamos parentesco por aquello del apellido. No lo teníamos. Pero es que no era necesario, porque rara vez la familiaridad la da la sangre y no el trato y las vivencias comunes. El “primo”, como Enrique me llamaba, va a echarlo mucho de menos. Al contrario de lo que me decía en tono jocoso, cuando yo sea mayor, quiero ser como él, como Enrique Caro. ¿A qué más se puede aspirar en esta vida que a tener una buena esposa, unos hijos excelentes todos ellos y unos nietos queridos? ¿A qué más se puede aspirar en esta vida que a tener una familia? A nada. Y por tanto, y como la muerte a veces respeta la propia proyección de la vida, termino, reproduciendo aquellos versos del vate segureño: “así, con tal entender, todos sentidos humanos conservados, cercado de su mujer y de sus hijos y hermanos y criados, dio el alma a quien se la dio (en cual la dio en el Cielo en su gloria), que aunque la vida perdió dejónos harto consuelo su memoria”. Que la Santísima Virgen de la Capilla te guarde siempre querido Enrique, hasta luego.

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