Una vocación

Que la caridad bien entendida empieza por uno mismo es cosa ya sabida y muy cierta, por lo que tampoco creo que me esté arrogando nada que en Derecho no me...

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Que la caridad bien entendida empieza por uno mismo es cosa ya sabida y muy cierta, por lo que tampoco creo que me esté arrogando nada que en Derecho no me corresponda al escribir estas líneas. Total, podría decirse nuevamente en jerga jurídica, que hablo en “intervención provocada”. Contra los abogados, que a pesar de la opinión de muchos pertenecemos al género humano, no les ha bastado desde la administración con volvernos locos con ese sistema de notificaciones telemático “Lexnet” a quien Dios confunda. Desde hace un año venimos operando con un sistema que debería de tener la fluidez de un correo electrónico, y funciona con la misma torpeza que la de un elefante en una cacharrería. Ahora también quieren que le pongamos un código de barras a nuestros escritos, para clasificarlos a efectos estadísticos, como si fueran bandejas de pechuga de pollo fileteadas. Tampoco tienen bastante con tenernos de recaudadores de impuestos sin compensación alguna a cambio, aunque en la mayoría de las ocasiones nos veamos negros en cobrar lo que es nuestro trabajo. No han tenido suficiente con un turno de oficio en el que adelantamos el dinero de nuestro bolsillo en atención al justiciable, en el que cobramos por una guardia 4,70 euros la hora a nueve meses vista después de mover mil papeles en aras a justificar nuestro trabajo, en que estamos tirados en las carreteras de esta provincia, sin horas, siempre dispuestos. No estaban complacidos con una justicia lenta, arcaica, sujeta a continuas modificaciones a cada cual peor para todos. No. Ahora, además de todo ello, ha dictaminado la Dirección General de Tributos que por nuestro servicio público del turno de oficio tenemos también ya que cobrar el IVA. Repito, servicio público. Y me pregunto ¿a quién le cobro yo el IVA? ¿Al que pide justicia gratuita porque no tiene? ¿A la misma administración que me paga cuatro duros cuando le da la gana de librar el dinero? O más bien, ¿adelantaré yo de mi bolsillo un 21% de IVA además de un 20% de retenciones aún sin haber visto fruto de mi trabajo ya realizado? Esta es la realidad de la abogacía en España. Nada de lujos, prebendas o prerrogativas. Sino impuestos, retrasos, complicaciones, sujetos a los vaivenes de legisladores que no tienen ni idea de lo que es esta profesión. Y aún así, nosotros, los abogados, siempre maltratados por todos, seguimos defendiendo una vocación, una profesión, y una justicia que se merece mucho más de lo que es hoy.

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