Trump

Venga, ahora todo el mundo a echarse las manos a la cabeza porque han hecho presidente de la primera potencia mundial a un magnate xenófobo, machista...

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Venga, ahora todo el mundo a echarse las manos a la cabeza porque han hecho presidente de la primera potencia mundial a un magnate xenófobo, machista, racista, homófobo y no sé cuántas cosas más. Vaya, que Donald Trump, en toda su pompa y su obra y como dijo el mismo Obama, tiene finalmente bajo su dedo el botoncito rojo. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo es posible que semejante crápula desprovisto del más mínimo sentido común y humanidad haya llegado a tanto? ¡Porque la gente lo vota! Podríamos dar por supuesto que en los EEUU hay casi sesenta millones de tontos, que son las personas que han votado por el candidato republicano, pero oiga, si votaron a Hitler, ¿no iban a votar a Trump? Sin embargo, no es necesario remontarse tanto tiempo atrás, véase el Brexit, véase el referéndum colombiano sobre la paz con las FARC, véase el ascenso del populismo a lo largo y ancho de todo el orbe, también en España, y sobre todo, véase el papel que juegan los medios de comunicación cuando dejan de ser instrumentos de difusión e información para convertirse en otra correa de transmisión más de la pugna política. Entonces podríamos concluir que no hay sesenta millones de tontos, sino muchos más, y repartidos por todo el orbe. ¿Es que acaso no ha habido negros e hispanos que han votado por Trump? Pues claro, y muchos. ¿Y mujeres? También. No es casualidad que un tipo al que muchos han calificado como troglodita haya alcanzado la más alta cota de poder que hoy está al alcance de un hombre. Yo más bien quisiera que se tratase de comprender cuáles son las causas que llevan a tanta gente a echarse en las manos de estos milagreros de baja estofa. En el fondo, nadie se engañe, todo es lo mismo, el hartazgo de la gente ante las situaciones de profundo abuso que se producen a día de hoy. Esto, unido al encanallamiento generalizado que ya se han encargado de sembrar en la sociedad para convertirnos en masa genuflexa en lugar de pueblo, y por supuesto, mucha hipocresía. Cuán fácil es proclamar el amor universal, pero ya nos gusta menos cuando al inmigrante lo tenemos de vecino puerta con puerta. Trump y otros populismos emergentes son la respuesta a las bajas pasiones, sí, pero también a mucho abuso y hartazgo perfectamente justificados. El problema, como en tantas situaciones, es lo acertado de la denuncia, pero lo equivocado de la solución.

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