Mutatis mutandi

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Refiere el dicho popular que cualquier tiempo pasado fue mejor, y aunque esta aserción suele cumplirse en la mayoría de las ocasiones, no siempre tiene porqué. Durante el pasado fin de semana, el Partido Socialista Obrero Español ha celebrado su congreso extraordinario, la nueva dirección del PSOE, encabezada por Pedro Sánchez, sustituye al frente del partido al veterano Rubalcaba. Está por ver si esta transición al mando de los socialistas va en el buen camino o no. El tiempo dirá si este cambio será el revulsivo que necesita un partido centenario, el que más años ha gobernado en España, y el que más poder llegó a concentrar. A día de hoy, este partido que era hegemónico, está en la lona, a punto del KO, sostenido tan solo por el baluarte de un PSOE andaluz, que resiste incólume los débiles y castrados embates de una oposición que no ha sido capaz de hacerle mella, ni siquiera en sus horas más bajas. Esta fortaleza ha sabido aprovecharla para hacer valer su peso en la nueva dirección socialista.


Sin embargo, aquel PSOE de los 202 diputados de 1982 ha llegado a un punto de declive tal que requería de drásticas medidas de revolución interna que dieran un giro de ciento ochenta grados a su triste presente. Esta degradación ha discurrido pareja al de toda una generación de políticos de un tiempo que ya se agotó. Políticos que han venido desempeñando un papel protagonista en España desde hace muchísimos años y que hacía perentoria su sustitución por otros que sepan hacer frente a las demandas de regeneración política que pide urgentemente la sociedad española. Ignoro si los nuevos dirigentes socialistas serán capaces de sintonizar con las necesidades acuciantes de los españoles, soy muy escéptico en este punto, pero este recambio era ya improrrogable. Así, la confesión hecha por Jordi Pujol a finales de la semana pasada, por la que reconoció haber mantenido fortunas en el extranjero durante décadas, que escapaban al control del fisco, no ha hecho sino reforzar la posición de aquellos que legítimamente opinan, que el sistema encarnado por las personalidades de aquella generación pasada, ha tocado a su final. El nivel de relajación y lividez moral alcanzados por la política española durante estos años ha propiciado que la concepción pública de la sociedad hacia la política haya alcanzado estos límites de opinión tan negativos. Desconozco si la nueva hornada de dirigentes será capaz de enmendar los muchos y muy graves errores cometidos por sus antecesores. Espero por el bien de todos que así sea, pero albergo una duda razonable de aquellos que a lo largo de todos estos años han crecido a la sombra de estas personalidades que han venido protagonizando estos y otros escándalos de similar índole.
Una vez caído el árbol, desaparece la sombra, y si se produce un cambio auténtico en las personas que ahora asumen las responsabilidades del poder, deberá producirse consecuentemente un cambio en el planteamiento general de las formas y el fondo que hasta ahora se han seguido. Solo a través de los hechos, no de las palabras, podremos comprobarlo.

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