Jueves pasado. Vísperas -tras su constitución efectiva una semana antes- del primer consejo de ministros del nuevo Gobierno de Mariano Rajoy. Prima el nombramiento de cargos de segundo nivel. Por fin es viernes. La hora de José Enrique Fernández de Moya, el valor más cotizado del PP de Jaén, había llegado. “Una secretaría de Estado, con toda seguridad”, bisbiseaba su entorno al caer la tarde. En la estructura del Ministerio de Defensa de María Dolores de Cospedal, su mentora en La Villa y Corte, no encajaba bien el perfil del flamante portavoz popular de Hacienda en el Congreso. El alumno aventajado de Gabino Puche, enemigo declarado de la sumisión a pie juntillas del partido en Jaén a los dictados de Javier Arenas y el resto de capitostes del aparato en San Fernando 39 y Génova 13, abre un nuevo tiempo –superando al maestro- al incorporarse al equipo de más estrechos e influyentes colaboradores del paisano Cristóbal Montoro como secretario de Estado de Hacienda. La Agencia Tributaria es suya. Dios nos coja confesados, con todo declarado, o evadido, en tiempo y forma. Particularmente, he de confesarlo, siempre le vi cara de inspector de Hacienda. Profesor titular de Derecho Financiero y Tributario de la UJA, conjuga perfil técnico con el peso político que ahora busca el Gobierno, apostillan fuentes oficiales.
José Enrique comparece en San Clemente 15, rodeado de sus incondicionales, entre los que se encuentran –por descontado- García Anguita, Contreras, Lillo –a un tris de pasar a la reserva- y el alcalde Márquez -¿qué ausencia chirrió más?-. Lo imposible se torna verosímil. Quien contribuyó en lo que da de sí un mandato de cinco años a la quiebra técnica del Consistorio jaenero, hoy podría liderar la salvación. El plan de rescate del Ayuntamiento de Jaén, el plan financiero recientemente aprobado en pleno merced a la complicidad de los concejales no adscritos, que se salta la Ley de Estabilidad por la jeta, una quimera hasta ayer, con él dentro, ya sí se antoja viable, más si nos atenemos a competencias consustanciales a esta Secretaría de Estado como el seguimiento de los planes de ajuste y de pago a proveedores de ayuntamientos tan arruinados como el de Jaén. Parece ser, asimismo, que asumirá las competencias de gestión de la financiación autonómica y será el encargado de negociar con las comunidades, a pesar de que el Ministerio de Hacienda ha perdido las competencias de Administraciones Territoriales, que pasan a la vicepresidenta y ministra de la Presidencia, Soraya Sáenz de Santamaría, declarada adversaria interna de la madrina de José Enrique, por lo que no se conjetura gratuitamente cuando se sitúa a Montoro, hoy por hoy, en la galaxia de la ex presidenta de Castilla-La Mancha.
La proyección que Fernández de Moya logrará a partir de su confirmada mudanza a Madrid, a ministerios, y más concretamente al santuario estatal del fisco, en cambio, sí se ciñe todavía al movedizo terreno de la mera elucubración. A su antecesor, que “principia una nueva etapa profesional en el sector privado”, tampoco le sirvió el puesto para llegar a ministro. Asiduo a las tertulias políticas del comprovinciano Antonio Jiménez en 13TV, confirmada alternativa en Las Ventas de La Sexta un reciente sábado noche, rematado el registro de su vis mediática, reforzado en determinados ámbitos financieros por su filiación opusina, Fernández de Moya vela armas junto a su mentora Cospedal de cara al Congreso Nacional del PP del próximo mes de febrero. Renuncia al escaño en la Cámara baja a beneficio del baezano Calvente, conserva la presidencia provincial del PP hasta la culminación del proceso congresual –el dedazo a favor de García Anguita, más que probable, está aún por ver- y se postula sin ambages como el político jienense de derechas con más poder político desde la jubilación de Ramón Palacios. Lo que su metódica perseverancia y La Obra han unido que no lo separe nunca un mal viernes. Sea.
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