Simplemente quisiera aportar lo que para mí es algo muy obvio. Es incompatible calificarnos como seres humanos si no somos feministas. Y esto no es radicalismo, es lógica aplastante. Igualmente es inviable decir que estamos en un Estado democrático de derecho, si la ciudadanía se fragmenta en quienes tienen o no reconocimiento como tal, dependiendo de su estatus socioeconómico, laboral, académico o cultural. Otro órdago al humanismo es cuando desde una concepción pseudorreligiosa se extirpa los derechos a las personas, por su sexo, género, identidad, orientación afectivo-sexual, etc. Y todo esto lo expreso a colación del posicionamiento tan acertado de algunos medios de comunicación, y del apoyo de determinados sectores institucionales, de retirar toda publicidad que denigre completamente la imagen de la mujer. Eliminar los anuncios donde nosotras (no ellas) aparecemos cosificadas y relegadas a ser parte de una comercialización abusiva es prioritario. En la mayoría de los casos, detrás de cada anuncio encubierto o directo de la prostitución existirán, lamentablemente, problemáticas que giran en torno a la obtención económica ilícita de organizaciones delictivas, a la trata de personas con fines de explotación sexual, a graves carencias económicas, a conflictos familiares o a las drogodependencias y adicciones, entre otras circunstancias. Por ello, no podemos seguir señalando y discriminando a las víctimas, sino a las bestias inmundas que negocian con otros seres humanos. ‘Esos’ que se aprovechan de quienes se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad. Cómplices e igualmente responsables son los consumidores de esos ‘servicios’, porque muestran una pérdida de valores y principios. ¿Verdad que da vértigo pensar que pudieran caer en esta explotación nuestros seres queridos? Lo mismo nos debe de dar sabiendo que le pasa a 45.000 mujeres y niñas en España. Por desgracia, se amplia y generaliza en muchos países, engrosando el frío porcentaje de la esclavitud de este siglo. La Trata de Seres Humanos es una lacra que debe atajarse radicalmente. Y muchos deben ser los esfuerzos para cambiar de forma ejemplarizante las normativas, persiguiendo a las mafias e involucrando todos los niveles (poder legislativo, ejecutivo y judicial), a las administraciones públicas, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, organizaciones con o sin ánimo de lucro y a la sociedad en su conjunto. No puede quedarse en una manifestación teórica, reflejada en planes y programas de intervención. Se requiere un ingente apoyo de recursos humanos, materiales y financieros… centrados en las víctimas. La formación es esencial en los diferentes equipos profesionales, incidiendo con especial ahinco en la información, sensibilización y concienciación de esta dura realidad a todos los agentes de socialización (familias, sistema educativo, ámbito laboral y medios de comunicación). Como escribió Dulce Chacón: “Siempre hay tiempo para un sueño…” Y esto es lo que deseo, una Tierra sin esclavitud. Que no haya ni una mujer o niña cuyas mañanas y noches sólo estén preñadas de engaños, abusos y desolaciones, por aquellos que son unos “sin-alma” de hojalata.
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