Eutopía

Mujeres que son Camino

Las circunstancias mundiales requieren de una peregrinación interior, de una reflexión colectiva y espiritual que erosione los paradigmas religiosos alienantes

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D ice un proverbio zen: “No se puede pisar el Camino sin haberse convertido en el Camino”. Peregrinar es hacer balance, es compartir con alegría y devoción un trayecto que siempre se revestirá de experiencia única e inolvidable. En la actualidad, las circunstancias mundiales requieren de una peregrinación interior, de una reflexión colectiva y profundamente espiritual que erosione los paradigmas religiosos alienantes, los principios dogmáticos misóginos, la opulencia vergonzosa, las disertaciones prejuiciosas… La paradoja existe y todavía se le rinde pleitesía a los pilares de la jerarquización del ¿Estado? Vaticano. Voceros que quieren propagar la oposición rotunda a los matrimonios homosexuales, al aborto en su regulación civil, al divorcio, o la misma igualdad para mujeres y hombres en el interior de su institución… Su mensaje es tan oscurantista y denigrante como aquellos que salen de los labios grisáceos ultraderechistas o fascistas. Ver la paja en el ojo ajeno y hacer ruido, mucho ruido, no deja de ser una estrategia para ocultar la ciénaga de sus miserias, y si no que dejen ya de proteger a algunos de sus “lobos” pederastas y apuesten más por sus “ovejas”, o sea por las víctimas de un abuso de poder que aún se sigue escondiendo bajo los disfraces ¿religiosos?... Detrás de su perorata de persecución ideológica hacia la Iglesia Católica por parte de determinadas posturas ideológicas hay una manipulación para mostrar una victimización tan irreal como chantajista. Detrás de la rotunda negación a que las mujeres puedan ejercer el sacerdocio  no hay más que una brutal y temblorosa resistencia a la igualdad, a la pérdida de cotas de poder en la toma de decisiones. Han estado, históricamente, poniéndonos a las mujeres en un doble papel asignándonos la invisibilización o el beso a la sumisión, de madres, mártires o prostitutas... No sé yo qué figuras relevantes en la historia bíblica y eclesiástica se han prostituido más a cambio de la riqueza económica, de la atribución impuesta de la “realeza” y el “privilegio”, de la lucha con dientes y uñas por el “altar” terreno y divino. Las lecciones espirituales las hacen personas sencillas que trabajan diariamente, aquí o allá, en nombre de “quien” quiso defender y propagar un mensaje “divino” porque fue precisamente un ser humano que respetaba y defendía la igualdad. Lo demás son alucinaciones sectarias que buscan hasta debajo de las piedras intereses de diversa índole. En este mes de septiembre, en Huelva, se ha resaltado con la fortaleza popular la figura de María… No sólo fue una joven madre. Ni siquiera considero o por lo menos me es indiferente por irrelevante, si fue o no “virgen”, eso se lo dejo a quienes todavía quieren reproducir la idea de sexo-pecado, femenino-secundario… Para mí fue una mujer que supo de la experiencia del dolor, de la pérdida, de la dedicación. La María revolucionaria que recitó como nadie el Magnificat expresando: “Echa del trono a los poderosos, a los ricos los despide vacíos”.  María, sin títulos honoríficos ni vestimentas artificiales, es la que no reclama “sacrificios” sino justicia para toda la creación, para toda la aldea global, para toda la humanidad.

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