Eutopía

Para cambiar lo que somos

Lejos de exponer las definiciones políticamente adecuadas que abordan el fenómeno del voluntariado, preferiría abordarlo desde una perspectiva personal

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Lejos de exponer las definiciones políticamente adecuadas que abordan el fenómeno del voluntariado, preferiría hilar, a pesar del debate intrínseco, su significado desde una perspectiva personal pero, a su vez, afín a determinados movimientos y plataformas de participación ciudadana. Sus acciones, y por lo tanto, el motor que la origina, debería ser la justicia social. En estos tiempos, donde vemos migajas constantes de caridad y beneficencia, las personas seguimos siendo clave en la remodelación de las estructuras socioeconómicas. Éstas nos sitúan, por un lado, entre quienes tienen acceso permanente a los recursos materiales y por ende, a las condiciones de estabilidad y protección; entre los que nos movemos sin equilibrio por los vaivenes de la precariedad, fragilidad o inestabilidad del contexto. O por otro lado, entre quienes sobreviven en condiciones de pobreza relativa o absoluta, que son arrastrados progresivamente a las cotas máximas de exclusión social, despojándoles del mínimo atisbo de integración, visibilidad y presencia activa, no sólo en las políticas públicas, sino en la misma cotidianidad. El voluntariado debe ser una actividad ejercida libremente y desvestida de cualquier interés económico y/o de expectativas laborales. Su latido tendría que centrarse en ir instaurando la igualdad para todas las personas, sin excepciones. Debe ser una acción creativa, denunciadora de mordazas, reivindicadora de los derechos y valores cardinales. Eduardo Galeano, ese poeta que escribe, como él mismo afirma, para quienes “no pueden leerle. Los de abajo, los que esperan desde hace siglos en la cola de la historia, no saben leer o no tienen con qué…”, dentro de sus profundas reflexiones, esboza las semillas inspiradores del voluntariado, que son contrarias a la simple concesión arbitraria basada en la “limosna”: “La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba, la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo…” La pobreza debería estar prohibida y condenada en cada rincón del planeta…Pero más allá, de hablar de lo que no es, prefiero decir que mediante el trabajo conjunto, debemos ir transformando nuestra sociedad, precisamente, porque tenemos la obligación de “ser” lo que conlleva incorporar una “casilla de débito social” y una implicación para que la justicia social sea esencial en cada trayectoria personal, colectiva y comunitaria. Para que la calidad integral de la existencia se vaya expandiendo…Ser voluntaria/o no es sólo aportar tiempo, conocimientos, capacidades…es un estilo de vida. No es sólo ser receptor/a de experiencias vitales y/o profesionales o de aprendizaje. Es dar, no lo que nos sobra, sino ofrecer para el bienestar común lo que somos. El voluntariado exige que nos comprometamos, que tomemos partido…No acepta indiferentes e indolentes. Es imprescindible, porque al fin y al cabo, como expresa el citado escritor uruguayo: “Somos lo que hacemos, para cambiar lo que somos”. n

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