Eutopía

Entropía

La globalización, según Manuel Castells, ha creado un proceso desigual y fragmentario, realizando una desconexión selectiva

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El término griego entrope, significa transformación o vuelta, pero también hace referencia al desorden o al caos de un sistema. ¿Quizás el invasionismo de la globalización no tiene esos efectos de transmutación? ¿Cuál es el impacto del pensamiento impositivo de la creencia de la superioridad del nuevo colonialismo? La ideología hegemónica de la Globalización como fenómeno, gesta, por un lado, movimientos que sobrepasan los desplazamientos del ámbito rural al urbano, o el establecido de unas a otras zonas geográficas de un mismo espacio nacional, para cruzar las lindes transnacionales en la búsqueda del ‘nuevo dorado’ imaginario; y por otro, refuerza el abrazo de lo tradicional, de la identidad propia, para asimilar el desconcierto y la inseguridad imperante ante la mezcolanza de culturas, muchas veces condenada a los procesos de  asimilación, acomodación, y aculturación de las poblaciones migrantes ejercida por las receptoras, en situaciones de exclusión, sometimiento, subordinación, reduccionismo cultural, generalización, racismo o xenofobia. Hasta el momento actual, podríamos llegar a la conclusión de que este proceso ha acelerado de forma vertiginosa la revolución tecnológica, el intercambio de mercancías, servicios e inversiones, la expansión del comercio internacional y la movilización del capital para la obtención del beneficio. Pero es indudable su otra intencionalidad, la de intenta frenar y limitar la inmigración, además de repercutir e infiltrarse en los países en vías de desarrollo, en sus poblaciones y en sus marcos socioculturales, políticos y religiosos, etc. La globalización, según Manuel Castells, ha creado un proceso desigual y fragmentario, realizando una desconexión selectiva, donde los máximos perjudicados son África, Asia y América Latina. Es decir, este sistema que dice aglutinar, unificar o englobar tiene una doble lectura más real y menos teórica, que nos conduce a interpretar que lejos de incluir, conjuga con innegable facilidad e interés el verbo antónimo: “excluir”. Ante los rostros cotidianos que nos muestran la inmigración, demos rienda suelta a nuestra capacidad de respeto, comprensión y solidaridad. Compartimos la naturaleza idéntica de ser personas,  y aun siendo únicas e irrepetibles, recitaremos cada cual en su momento marcado (propio pero simultáneo a otros infinitos tiempos), ese Canto de Partida de nuestro poeta Juan Ramón Jiménez: “Entonces nuestra vida alcanza la alta razón de su existencia: todos somos hijos iguales en la tierra, madre completa”. La Tierra es sabia, por eso nos abraza a todas y todos sin distinción. 

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