Eutopía

El reto de la Libertad

El acoso cibernético, la vulneración de la intimidad, los delitos telemáticos, están a la orden del día

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De golpe y porrazo, el control se ha adueñado de nuestros movimientos. Si no cogemos inmediatamente una llamada telefónica, o no contestamos, como si la vida nos fuera en ello, a un whatsapp, mensaje o correo electrónico, el conflicto o la preocupación ajena se nos servirán en bandeja de plata. Qué paradoja eso de estar imbuida en un siglo que se renueva vertiginosamente en la innovación tecnológica, a la vez que estamos siendo receptoras de experiencias, noticias e informaciones que nos revelan cómo la violencia de género sigue siendo la herida incurable de la desigualdad. Quienes aferran entre sus fauces los cordeles de la tiranía, buscan todos los medios para llevar a cabo sus artimañas de control y sumisión. Así, incluso, las actuales y nuevas generaciones van educándose permanentemente en una incomunicación estéril, en un seguimiento enfermizo de los pasos ajenos, en una búsqueda infructuosa de crear vínculos que mayoritariamente no dejan de ser superficiales e innecesarios. Antes era navegar, después chatear, ahora whatsappear, y mañana a saber... Bien utilizado estos medios, son herramientas útiles que nos pueden aportar flexibilidad, rapidez e incluso eficacia en la acción… Pero la realidad también nos dibuja un lado que se torna más siniestro. El acoso cibernético, la vulneración de la intimidad, los delitos telemáticos, están a la orden del día. Actualmente, la violencia machista absorbe estos instrumentos como hilos conductores de sus objetivos de anulación y destrucción de la autoestima… Sus tentáculos provocan en la persona acosada una sensación angustiosa de hipervigilancia, de miedo e inseguridad. A pesar de los esfuerzos ingentes de los movimientos feministas, de las instituciones públicas y privadas sin ánimo de lucro que defienden y promulgan las políticas de igualdad, del avance de la perspectiva de género, de las acciones y medidas positivas… el machismo es una mancha difícil de eliminar. Es un microorganismo patógeno que se incuba en esa socialización diferencial tradicional, en los papeles y estereotipos sociales, en las formas de interrelación asimétricas, en las mentalidades soterradas en costumbres, normas y limitaciones interesadas… Simone de Beauvoir expresó respecto a esta lacra de la violencia machista que: “Para todos los que tienen complejo de inferioridad, se trata de un bálsamo milagroso: nadie es más arrogante, agresivo o desdeñoso con las mujeres que un hombre preocupado por su virilidad”. Así, dentro de las actuaciones de coeducación y de enseñanza democrática, desde las edades más tempanas se debería orientar y asesorar con más ahínco en la adecuación de las redes sociales, de las consultas de las páginas webs, de los foros u otras aplicaciones. Es prioritario erradicar cualquier expansión de posicionamientos ideológicos que propaguen la no equidad e igualdad entre las personas, incluidos los paradigmas afectivos contaminados por un pseudorromanticismo trasnochado. Progresar en el humanismo significa evolucionar en la justicia social, en la motivación unívoca de caminar asumiendo retos inclusivos, gestadores de mayores cotas de bienestar, calidad de vida, salud integral y felicidad para todas y todos. 

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