Eutopía

Quejarse con justicia

No hagamos caso. Podemos y debemos quejarnos. Aún resulta insólito que por ejemplo la Ley “Mordaza” se esté debatiendo, y no se haya tirado ya

Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad Ai

No hagamos caso. Podemos y debemos quejarnos. Aún resulta insólito que por ejemplo la Ley “Mordaza” se esté debatiendo, y no se haya tirado ya, al cubo de los desperdicios normativos. Y es que parece increíble cómo la Historia se repite una y otra vez. El ser humano no parece querer hacer una lectura de lo que genera efectos devastadores a escala mundial. Para mí ha sido revelador la relectura de la obra ‘La Esclavitud Moderna’ del novelista Leon Tolstoy, y detenerme en párrafos donde se describe magistralmente a la clase obrera rusa de su contexto a principios del s. XX: “Es verdad que se les hace trabajar muchas horas. Se les paga de un modo insuficiente, y se pueden quejar con justicia […] Se les obliga a trabajar en condiciones insanas, antinaturales, a menuda peligrosas y funestas [...] Porque padecen y se fatigan por cuenta ajena, haciendo un trabajo que no han escogido libremente”. Posteriormente, se han ido adquiriendo progresivamente los derechos civiles, políticos, laborales y socioeconómicos, que en la actualidad se han ido minando y deteriorando a golpe de batuta por una ideología que bien ha sabido dar su especial “derechazo”. Comparar las argumentaciones de este escritor ruso con las de, por ejemplo, las expuestas en ‘La Economía del Miedo’ de Joaquín Estefanía confirma que la oligarquía somete cíclicamente a quienes se encuentran en condiciones de vulnerabilidad. Según esta última obra, se nos ha ido inoculando el virus caótico del miedo, como arma de estamentos que se aferran al poder y a su mellizo, el control ideológico y socioeconómico, expresando que se ha gestado “el poder fáctico de los mercados”. Viéndose con perplejidad el avance y conquista de espacios del “mercado” frente a una democracia, que se deja ganar ante los intereses deshumanizados de la búsqueda del beneficio del capital frente a la conservación de unos mínimos de conquistas sociales. Una de las causas que constituyen la columna vertebral de la desigualdad se cifra en el impacto del sobresaliente incremento del paro estructural de la sociedad. Es significativa la situación española, donde se vive según los datos cuantitativos en “carne viva”, ya que un porcentaje significativo sufre el desempleo o la asignación de prestaciones o rentas mínimas de inserción, lo que provoca un acercamiento resbaladizo hacia la pobreza. El crecimiento sostenible se debe basar en los criterios económicos de eficacia y eficiencia pero desde el pilar de la austeridad global, la proliferación de buenas prácticas políticas, que se viertan en el bienestar y la calidad de vida integral de toda la ciudadanía. Este sistema capitalista y neoliberal, no debería de retroalimentarse ni renovarse. Debemos plantearnos la necesidad de un nuevo paradigma que abandone los viejos esquemas económicos, que han demostrado con creces, la desigualdad a la que nos somete. Dejar atrás este modelo para empezar a indagar nuevas fórmulas que puedan aproximarnos a una equidad global. Las instituciones políticas y la ciudadanía,  tenemos que ser copartícipes en la transformación del sistema, para garantizar la libertad individual y comunitaria y la justicia social.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN