Eutopía

Hay “Personas” y personas

Hay personas que pasarán, transitando por el mismo camino, pero sin descubrir ni siquiera, que existen otras

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Hay personas que pasarán, transitando por el mismo camino, pero sin descubrir ni siquiera, que existen otras. Las hay como nuestra sensación frente al  tiempo: brevedad o permanencia. También, aquellas que consideraron ser piedras, como falsas profetas del aprendizaje o quienes fueron puente para facilitar los encuentros. Pueden aparecer, esperadas o no, quienes te abren el paracaídas cuando el cuerpo y la mente se inmovilizan frente a las heridas o aquellas que te las provocaron rotura tras rotura. Hay personas que se quedan incluso cuando te has marchado errando en el sentido de las direcciones. Seres que no sacian su hambre de invadir espacios y otros que no entenderían no respetártelos. O aquellos, que sin saberlo, provocan sed de momentos compartidos. Podemos encontrarnos quienes escuchan antes de opinar, y otras que tienen un máster en soliloquios desde su epicentro. Hay quienes te llevan y esperan en el aeropuerto, y otras que evitarán por todos los medios, que aprendas a coger un vuelo alto. Las que tenemos que olvidar, como medida preventiva, y otras que nos olvidamos de olvidarlas. Personas que te hacen morder las ganas de volver a verlas, y aquellas que te provocan maldecir las casualidades. Quienes te hacen imaginar desde ayer, un mañana. O aquellas otras que enfangan los tiempos verbales futuros. ¿Quién ha estado libre, de experimentar el desequilibrio? ¿O de acariciar nuevas ilusiones con otro nombre diferente en el remite? Habrá quienes nos acompañen, sin anularnos, y otras que emborronan, aún más, nuestras sombras. Algunas veces nos empeñamos en querer comprender lo que es ilegible desde el principio. Lo que creemos que puede ser salvado y sin darnos cuenta cargamos de excesos nuestra espalda. Podemos haber soñado en nuestras camas, gritando soledades a pesar de estar en compañía. Hay personas que nos hacen valorar cada pequeño milagro que nos regala día tras día la mismísima vida. O las que se apoderan de ellos racionándolos a golpe de capricho. Quienes duelen ligeramente porque querríamos orillarnos cerca de sus manos. Y otras con la que saboreamos la liberación con sus ausencias. La verdad es que desde que despertamos con la conciencia, casi nadie, nos enseña, que en nuestra trayectoria vital a la primera persona que debemos amar y respetar es aquella que se refleja en el espejo. Nos inculcaron a fuego el contravalor de ser nuestro peor enemigo. Donde la culpa hipertrofia, siendo ingrediente indeleble en nuestro mapa genético. La educación se ha limitado a que mastiquemos conceptos, operaciones, normas y reglas… pero la emocional, ésa que desde nuestra infancia puede limitarnos o condicionar el motor y el rumbo es inexistente. Si de verdad amamos a nuestros seres queridos, y especialmente a las/os más pequeñas/os, orientémoslos desde la razón, sin dejar a un lado al corazón. Démosles, la seguridad constante, de que es necesario buscar la reciprocidad, la complicidad con el yo y que nos incompatible con lo nuestro. Que tenemos lo que somos… nuestro ser para celebrarlo… Que dejemos pasar a nuestra casa interior, a quienes sepan aceptarnos y amarnos, porque tenemos derecho a defender y vivir con intensidad nuestra identidad como seres únicos. Quiérete... Aún no es tarde. 

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