Eutopía

Conjurar el futuro

Los macro y micromachismos se infiltran impunemente durante todas las etapas de crecimiento de las personas menores y jóvenes

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Los macro y micromachismos se infiltran impunemente durante todas las etapas de crecimiento de las personas menores y jóvenes. A pesar de los recordatorios y celebraciones internacionales de reconocimiento a las mujeres, la realidad no deja duda alguna. Hay temáticas pendientes como la igualdad de derechos y libertades, la eliminación de la discriminación, la violencia de género en sus heterogéneas tipologías, la nula conciliación de la vida laboral, familiar y personal, las múltiples piedras que impiden el ascenso en los puestos de alta dirección-gestión profesional, o la sobrecarga y la relegación a las actuaciones de cuidado y tareas interminables en el espacio privado… Se trabaja, arduamente, por dignificar nuestro papel en los ámbitos de la vida política, social, económica, familiar, cultural… Pero basta con el bombardeo de imágenes para indignarnos. La violencia machista no puede salirles tan gratuitamente. Se deben buscar diferentes fórmulas para transformar radicalmente la no-mentalidad de tanto bárbaro. Si no es posible, hay que aplicar otras respuestas “ejemplarizantes” para no ir acumulando cifras de mujeres y menores víctimas. La misión nos está llevando “siglos” de trabajo e implicación. Nadie puede rechazar  la responsabilidad en la instauración de un mundo inclusivo y seguro. Desde el tiempo de dedicación en el desarrollo de nuestras/os hijas/os, la formación especializada de profesionales que inciden en los procesos socioeducativos; la interrelación permanente a través de las nuevas tecnologías de información; la filtración del contenido de las redes sociales o la importancia de los medios de comunicación, hasta los gestos de la vida diaria…en todo debe reflejar nuestra perspectiva de género. Hay que combatir frente a la publicidad que nos “minimiza” y cosifica. Rechazar de forma tajante la complicidad con géneros musicales donde las mujeres son sinónimo de “cosas” de usar y tirar. Educar, para rechazar y evitar relaciones basadas en la dominación y subordinación. No digo dónde habría que mandar al mito del “amor romántico”. En él, quienes mueren, somos nosotras. Y quienes castigan, son ellos. Donde los celos son prueba irrefutable de apego, donde la persona pierde su identidad para convertirse en propiedad. Donde el maltrato psicológico termina por darle la mano al físico y sexual. Aprendamos (para poder enseñar adecuadamente) a querernos y respetarnos a nosotras mismas. No esperemos a que nos den el lugar que nos merecemos por ser simplemente personas. Se ha desvirtuado la definición y las consecuencias del verbo “amar”. Éste no existe sin respetar al otro/a. Imposible. Si vemos señales, no pensemos que tenemos capacidad de cambiar tarde o temprano a quien hemos elegido para caminar en el trayecto, temporal o no, de la vida. Mejor reflexionar o salir corriendo. Preferible perder una batalla que no la “guerra”. No podemos bajar la guardia. Siempre habrá quien intente manipular e invadirnos para aniquilar nuestra autoestima. Por eso, no se trata de dos fechas significativas al año, es un ‘modus vivendi’. Donde podemos, queremos y debemos convivir en condiciones de igualdad real y efectiva. Donde nos quede, como expresa Gioconda Belli: “Conjurar el futuro. Construir la esperanza…” porque siempre tendremos motivos para “levantar la cabeza y volvamos a sonreír…” 

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