Eutopía

Hoy recitando heridas

Una mujer enfrentada y negada a escuchar las mejores palabras de los espejos en los que dubitativamente se asomaba

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En la coordenada del tiempo, los sucesos traumáticos y esperanzadores surgen, como si estuviéramos en manos de las Moiras, que manejan caprichosamente el hilo del destino. En 1936, nuestro país se sumergió en un conflicto, que marcarían a millones de personas, sus casi nueve lustros siguientes. Décadas de oscurantismo, de robo de libertades, de opresiones…En ese mismo año, cruzando la otra orilla, nacería un día como hoy, una de las voces poéticas más relevantes de Argentina. Alejandra Pizarnik, refleja con su camino personal, los mismos acontecimientos que suceden a escala planetaria. La poeta, supo plasmar en sus versos, las pulsiones del amor, el vértigo del dolor, la soledad como compañera (“Yo no sé de pájaros, no conozco la historia del fuego. Pero creo que mi soledad tendría que tener alas”) y el padecimiento de una sensación de muerte, que le ganaría el pulso a una debilitada motivación por la supervivencia. Seguramente, sus obras, le ayudaron a canalizar su profundo vacío, sus interminables interrogantes o los efectos de la eterna acampada de la tristeza en su paisaje vital.  Así, como la existencia misma, en sus idas y venidas, en un ciclo que se retroalimenta con sinónimos y antónimos. En los mismos momentos, unos seres deseando vida y otros, orillándose a su contrario. Cara y cruz. Cruz y cara. Los extremos en un bagaje que se le antojó irrespirable: “La errancia, la canción de nosotros dos, tiemblo como en una metáfora”. Hemos heredado de Pizarnik, inspiraciones de una extraordinaria belleza, donde la realidad, por muy impactante y afeada socialmente que fuera, consigue adentrarse sigilosamente y emocionarnos…Una mujer enfrentada y negada a escuchar las mejores palabras de los espejos en los que dubitativamente se asomaba: “Crea un espacio de injurias entre yo y el espejo, crea un canto de leprosa entre yo y la que me creo”. Una mujer capaz de estremecernos sumando tan sólo unas cuantas palabras: “La noche se astilló de estrellas”. Una mujer, que conquistó lo que otros/as se negaban. Su mundo estuvo lleno de intimidades, que no se han permitido mostrar en su totalidad, porque han sido seccionadas con las manos cirujanas de la moral. Mujer que logró saltar las zarzas de los imposibles: “La jaula se ha vuelto pájaro y ha devorado las esperanzas”. La poeta, que lo mismo hacía una oda a los cuerpos que pasaron por su boca, que quiso ser la devota fiel del señor de las pérdidas. Adicta quizás a las palabras esculpidas con la sombra de las despedidas. No hay duda, era excesivamente adelantada a su contexto. Buscaba salidas en un país de laberintos. Y así, ni el amor, ni el miedo, ni la soledad, ni la libertad, ni los sueños pudieron retenerla... Ella, consumó su búsqueda hacia las “luces encendidas”. La releo, y no me deja de asombrar. Porque Pizarnik, sabe inyectarme la cafeína con sus poemas, e insomne me dejo atrapar por sus tormentas.  Con ella, se viven los absolutos. Puedes jugarte la fortaleza en un verso o ganar un buen puñado de alientos. Un día como hoy, hace 80 años, nació Pizarnik…Y un día como ayer y mañana, seguirá pariéndose a sí misma esta “hija del viento” cuya “carta desconocida encontrará las manos del alma” en cada quien que no le importe recitar heridas.

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