Eutopía

“Semana Siria”

¿Por qué? Simple. De nuevo, golpea la conciencia, un genocidio aberrante, y la sociedad no responde, en la medida que debe implicarse

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Estamos en el pórtico de la Semana Santa. A través de la transmisión de la imaginería, nuestras calles, las plazas y las iglesias se convertirán en lugares de encuentro y de reflejo de las vivencias religiosas y culturales. Con el seguimiento del itinerario de las diferentes escenas y “misterios”, se intenta narrar y revivir la historia de Jesús de Nazaret y de las figuras más próximas y representativas de su entorno personal, afectivo y social. Momentos de triunfo (actualmente lo denominaríamos reconocimiento social), fracaso y negación de quienes en otros episodios, se sumaron y aclamaron; sufrimiento a nivel físico y psicológico; soplos de resistencia a través de la palabra, del silencio y del ejemplo; un muestrario de una ideología espiritual que reivindicaba la acogida universal…Lo impactante, es que más de dos siglos después, e independientemente de las adscripciones, las filias y fobias, la ciudadanía acompaña esta experiencia popular. Impacta por paradójico e incomprensible… ¿Por qué?  Simple. De nuevo, golpea la conciencia, un genocidio aberrante, y la sociedad no responde, en la medida que debe implicarse. Se nos convocó, el miércoles, a una concentración para rechazar la postura vergonzosa y cobarde de una Europa que quiere mercadear con Turquía, el valor de la vida de cientos de miles de seres humanos.  Plantear un acuerdo donde la respuesta es blindar las fronteras, financiar la muerte, y silenciar el dolor ajeno, es de una deshumanización sin fisuras. Europa, se niega a ver, escuchar y hablar a favor de la justicia social y la conservación de los derechos humanos y libertades fundamentales. Para determinados Estados Miembros, el drama del pueblo sirio, es un escaparate que afea su territorio, que puede debilitar su pseudoeconomía y desequilibrar el estado de bienestar que es más un discurso embellecedor que una realidad efectiva. Es evidente, que su larga lista de propósitos explicitados desde su embrión hasta los Tratados más consolidados, se queda en la tan sabida, agua de borrajas. Decidir no acoger, no dar alternativas viables, es demostrar que no se es una “Unión” sino un estercolero de despropósitos, un nido de alimañas, que sólo ha pretendido la expansión territorial y económica. La representación política, los agentes sociales, y las plataformas ciudadanas no podemos ser cómplices de esta atrocidad. No lleguemos a tiempos futuros, si se apuesta por la memoria histórica colectiva, asumiendo que preferimos adormilarnos y no actuar, llegando a la responsabilidad copartícipe de la aniquilación y desaparición de cientos de miles de personas. La incoherencia nos cala a fondo si salimos detrás de un paso religioso, pero demostramos a su vez la incapacidad de dar aunque sea uno sólo, por la Humanidad. El Pueblo sirio desfallece ante un Via Crucis público. Sabe del calvario, por la persecución, la hambruna, el agotamiento por el éxodo, las violaciones sistemáticas de su integridad… Sabe de “espinas”, con la no apertura de puertas, con la invisibilización, o con la pérdida permanente, clavada en la mirada. La Semana Santa, sin reflexionar y actuar con Siria, es recrearse con la muerte y no luchar y defender la Vida.

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