Eutopía

La mala hierba que crece

Y así, poco a poco, creerán escalar puestos. De hecho, a estos seres-grises, les debe de resultar y cundir estas estrategias.

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En tiempos convulsos, qué movimientos más sibilinos y repugnantes, acometen los seres-bisagras. Hay personas, cuyas bocas, siempre disponen de la palabra petulante, del comentario barroco, de  la adulación siempre vivaz y dispuesta a ser lanzada sin razón alguna, siempre saliendo antes del punto de partida. Pueden ser muy visibles, por su incontinencia a ostentar la centralidad de todas las atenciones, o por el contrario, reptar, en silencio y progresivamente, para acometer con mayor impacto el golpe efectivo. Por supuesto, son amantes de ocasión, se venden a la mejor apuesta y no escatiman en elogiar lo indefendible. Buscan los pórticos, que le aporten el apoyo a sus intereses concretos, sea cual sea la dosis, eso es indiferente, viven de las autoestimas en rebajas. Si la realidad, se vuelve dicotómica, no importa, porque se les antojará, temporalmente, adoptar el mareante tránsito de los “correveidiles” de ocasión. Persisten, por su ahinco constante, de “nadar y guardar la ropa”. No se posicionarán, con quienes les toque, por las reglas del juego establecido, la carta de “perder la partida”. Su desconexión total, de las aspiraciones colectivas, chocarán siempre, con su posicionamiento febril por llegar a la  cúspide. El comentario punzante, a quienes consideren les hagan la mínima sombra, está servido en bandeja de oro. Y así, poco a poco, creerán escalar puestos. De hecho, a estos seres-grises, les debe de resultar y cundir estas estrategias. Sus agendas ocultas, llegan y lo seguirán haciendo (somos conscientes de ello), a los cargos de toma de decisiones y representatividad. Maquiavelos/as sin alma ni dignidad, siempre con el cartel de 24 horas de “se vende o se alquila”.  Lo peor, es que siempre hay quienes deciden comprar sus veleidades, porque las dictaduras soterradas, necesitan de cómplices directos e indirectos, por acciones u omisiones.  Necesitan de presencias semi-inertes, que aplaudan, que callen, que no escuchen, que nunca vean…La ferocidad se esconde con pieles de inocentes corderos. Siempre hipervigilantes. Amenazantes. Predicando los crepúsculos de aquello a lo que aspiran, pero en el fondo, no logran. Alardearán de unas habilidades que consiguieron en la fila de los/as “trepa”.  Cuidado…Parece, que entre los vientos de cambio, aprovechan cualquier subterfugio. Se reproducen, se alinean y lanzan sin escrúpulos sus afrentas. En distancias largas, disimularán cualquiera de las grietas de sus enfrascados muros. Si te aproximas, y acampas cerca, llegarás a la conclusión que no se puede construir en positivo, si el material está hecho del espíritu de la inconsistencia. Los brotes de la hipocresía, pueden crecer, circundar y levantar las cortinas de los rumores. Es mejor, mantenerse firme. No oírles. No aceptarles. Es mejor, arrodillarse sin perder las líneas y curvas que nos orientaban a lo más correcto, a lo más justo, a lo más equitativo. La filósofa objetivista, Ayn Rand, lo expresó con una nitidez aplastante, cuando se refería al ejército del filopoder, que ansía por encima de todo la sensación orgásmica del control y dominio: “la mala hierba que sólo crece en el solar abandonado de una mente vacía”. Si te acosan… No te hundas. No te escondas. Descúbrete. Rebélate….

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