Andalucía

“Aquí el que gana manda, y los que pierden tienen que apoyar”

“Al PSOE de Cádiz le falta la épica para ganar a Teo y a Kichi” | “La bicefalia me parece un pretexto, pero pensar que no es buena, es un error”

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¿Imaginaba hasta dónde ha llegado el conflicto catalán?
— Alfonso Guerra hace 30 años ya hablaba de los riesgos de balcanización de España. Yo me lo creí, y hace unos años, cuando fui diputado y coincidí con él, hablamos del riesgo de que se produjera, y se ha consumado ahora con el procés, que ha llevado a un acto fallido y que ha puesto en evidencia la falta de seriedad de determinados políticos catalanes, los alineados en el independentismo. Que podía ocurrir estaba claro, y que nadie lo quería también, pero tanto como que se tenía que intervenir. El Gobierno de Rajoy, con su falta de acción, ha dejado que el problema se pudriera y eso ha envalentonado a las fuerzas independentistas, hasta el punto de tener que recurrir a la intervención con el artículo 155.

“En el tema de Cataluña, hasta el más tonto de la clase de los independentistas ha aprendido algo”

¿Había otra alternativa?
—Llegados a este punto no había otra alternativa porque se habían traspasado todas las líneas rojas de la Constitución, de la convivencia entre españoles y catalanes, y dentro de la propia Cataluña donde se ha producido una fractura social que ha afectado a las familias. El 155 era necesario, y la aplicación pactada con el PSOE, está siendo inteligente.

Pero por eso mismo dice Colau que rompe con el PSC en Barcelona.
—Si Puigdemont es el artista de la pista, lo de Colau ya no tiene nombre. Creo que fue Borrell el que dijo que era la emperadora de la ambigüedad. Vive en la eterna duda de Hamlet, en el ser o no ser. Unas veces quiere ser una cosa y otras quiere ser otra. Eso en política se llama oportunismo y cuando es lo que guía tu proceder político porque solo buscas la desaparición de otros competidores, te lleva no al paraíso que quisieras sino al infierno político. Colau es la ambigüedad, pero no calculada, que suele ser inteligente, la de ella es obsesiva para la consecución del poder. No creo que sea un camino de éxito para ella.

¿Cómo vivió el día de la votación?
—Para nadie era un día feliz, nadie lo entendió así. Fue un día triste, no se debió llegar a eso, pero teníamos el sentimiento de que estábamos cumpliendo con nuestra obligación constitucional, que nos llevaba a la defensa del Estado de Derecho en España y combatir la quiebra de la democracia en Cataluña, que la rompieron los que aprobaron las leyes con todos los informes asesores en contra. Actuábamos con pleno convencimiento de que hacíamos lo que teníamos que hacer.

¿Cómo se vive esta tensión actual en Madrid?
—Procuro distinguir entre el adversario en la arena política y la persona detrás del adversario. Yo saludo a gente de ERC y con ellos hablo en otro tono de mi opinión y de las suyas. Hay que distinguir el trabajo político, impedir la independencia, y entre respetar al adversario. Me ha sorprendido por ejemplo que cría que iba a haber más bulla. Y hubo la justa y necesaria, la mínima. Hasta en el PP hubo sensatez para no aplaudir al final de la sesión. Lo que veo en ERC es que hay un grupo cínico que dirige la secta y gente de buena voluntad que están en la secta y que se creen todo lo que le dicen. ERC es un claro ejemplo de sensación de secta, donde no se usa la razón para discernir, sino que se ha creado una burbuja en la que viven sus dirigentes.

Le critican a Pedro Sánchez que se haya puesto de perfil en todo el proceso negociador.
—Yo creo que no. Pedro Sánchez ha jugado un papel importante, lo que pasa es que inteligentemente no ha estado televisando la jugada, caso de Albert Rivera, que le gusta sentirse en el centro del universo, sino que había que estar apoyando lo razonable y que eso no se viese como una agresión a Cataluña. Pedro Sánchez no ha querido ser la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro, y eso le encanta a Rivera.

Y si el 21D sale lo mismo, ¿qué hacemos?
—Vamos a ver, ahora mismo hay una situación en la que tenemos claro que todos los que se llaman independentistas fueron a votar, pero los demás no. Todo esto que ha ocurrido este mes atrás, que ha sido muy duro, vamos a ver si es capaz de movilizar a los que no lo son. Hay un margen importante de movilización y de ese incremento de la participación depende el voto constitucionalista. El partido está por jugar y nadie va a renunciar a jugarlo. Hace falta política de no agresión entre los que defendemos que Cataluña es España y no dar cancha a quienes dicen que tiene que ser una república independiente, y que cada uno defienda su programa.

Pues a ver cómo se dialoga en ese escenario.
—Aquí, hasta el más tonto de la clase ha aprendido algo. De este fiasco de la DUI hasta Puigdemont ha aprendido algo, porque ya dice que hay fórmulas distintas a la independencia.

¿Qué le ha parecido la decisión de la juez Lamela?
—La respeto. Es verdad que me ha gustado más la del Supremo, porque la de Lamela, que estará ajustada a derecho, puede dar más coartada electoral al independentismo. Si todos hubieran tenido las medidas cautelares, electoralmente les iría peor. (...) Y en estas circunstancias me acuerdo siempre de Pedro Pacheco, porque ha sido siempre un buen amigo, y me he acordado mucho de él, porque puestos a medir de esa manera ni habría entrado en prisión o llevaría ya mucho tiempo fuera. Pero la justicia es así y a veces es caprichosa.

Abordemos ya cuestiones relativas a su partido. ¿Le hubiera gustado la candidatura única en las grandes ciudades?
—Yo he vivido esa situación en muchas ocasiones. Que haya dos candidaturas a mí no me preocupa. De hecho las hubo para el federal. Lo que me preocuparía es que después de elegir a uno de los dos, esto siguiera de la misma manera. Para qué. Hay que hacer un esfuerzo, con los que se quieran presentar, que solo debe tener un acuerdo: muerto el perro, se acabó la rabia. Y tras la votación, el que gana manda y los que pierden tienen que apoyar. Cuando Irene ganó, y no la apoyé, tengo que apoyarla una vez que ha ganado. Después de mi experiencia, si me convirtiera en un francotirador, para ese partido no he luchado tantos años. Quiero un partido con diversidad, pero que cuando se enfrenta en un proceso de primarias, el que gana gana, y el que pierde a apoyar al que gana. Si no es así lo criticaré siempre.

Y el que gana a integrar...
—El que gana debe tener la inteligencia de pensar que el proyecto no es solo suyo, sino de todos. Así, en la justa reciprocidad de pedirle al perdedor que no se convierta en francotirador, el ganador debe contar con todos. Eso cuesta, casi más que al que ha perdido, pero el partido es de todos, del que gana y del que pierde.

¿Y eso se cumple?
—Esto es como lo de Cataluña. Se impone la realidad de los hechos. El día después hay una realidad aplastante. Alguien es secretario general y es el que manda y dirige, y esa realidad pesa mucho y se impone. Hay que ser inteligente para que si ganas con poco, la próxima saques sobresaliente.

¿Qué piensa de unificar cargo de alcalde con secretario general?
—Es legítima cualquier situación. Me parece perfecto que sea alcalde y secretario o que no lo sea. No hay una fórmula idónea. La bicefalia no me da miedo, cuando se rompió en Andalucía tuvimos los conflictos que tuvimos. Se decía que Griñán tenía que ser las dos cosas, se lió la que se lió. La bicefalia me parece un pretexto, pero pensar que no es buena por naturaleza me parece un error. Eso debería estar fuera del debate, porque el cargo de alcalde te lo da la ciudadanía, y el orgánico no te lo da la ciudadanía, sino la militancia. Es un juego falso decir o hablar de un partido de los militantes y recurrir al cargo institucional. Hay una incoherencia entre plantear que el cargo institucional tiene que ser el orgánico y que el orgánico se quiera para después llegar al institucional.

Desde que Griñán dijo que el PSOE de Cádiz parecía Cádiz Herzegovina ha llovido mucho...
—Griñán dijo eso en un acto del partido a nivel provincial, y ahí vi que iba a empezar la guerra contra mí. Ni en mi tiempo, ni antes ni después, el PSOE ha sido capaz nunca de articular una candidatura de integración previa en ninguna de las tres grandes ciudades. Cádiz ha sido el caso más clásico, acompañado de derrotas electorales en las municipales. Tendría más razón de ser esas diferencias internas, porque se entienden como primarias a la alcaldía, y al final se convierten en candidatura a ser diputado provincial. Y eso es un gran error. En Cádiz eso es un problema eterno.

¿Cuándo empezó la debacle del PSOE en Cádiz?
—Empezó con la patada en la puerta del despacho de Carlos Díaz, con el grupo de los nueve. Cádiz no pudo sustraerse de la marejada orgánica a otros niveles.

¿Y en Jerez?
—Yo siempre dije que había que imponer una gestora y Griñán no me dejó. Y aquí la vida sigue igual. No sé si estaba acertado o equivocado al plantear aquello, pero no terminamos en Jerez de presentar una imagen unida. Vamos a ver ahora qué ocurre.

¿En Cádiz ha fallado el candidato siempre o es un aspecto de fondo?
—En Cádiz hemos fallado los que teníamos la capacidad de elegir al candidato, y sobre todo los que echamos a Carlos Díaz. A partir de ahí, desde la primera victoria de Teófila, se extendió la especie de que era perder por lo menos, y eso es malo. Hay que ir a ganar, y al PSOE de Cádiz le falta la épica para ganar, creerse que el adversario no es imbatible. Eso nos ha fallado. Siempre hemos salido a no perder por goleada, y hay que salir a ganar.

¿Y en Jerez podrá mantener la alcaldía?
—Tenerla ya fue un éxito. Mantenerla es un esfuerzo diario. A pesar de los pocos que son gobernando, lo están haciendo bien. Esta ciudad era la de los escándalos en lo municipal, y ha dejado de serlo. Se han pasado momentos muy difíciles, pero para ser siete lo han superado bastante bien. Aquí sí hay la épica que no veo en Cádiz.

¿Y qué opina de la labor de oposición en Cádiz?
—A mí la labor de Fran González no me disgusta. Es una persona que ha ido consiguiendo parcelas y ha tenido el apoyo a nivel provincial y regional.

¿Deberían cambiar el candidato a la Alcaldía?
—Somos muy dados a dar pie a comentarios que son hablar por hablar, porque más allá de los dos compañeros que se han presentado al proceso local no hay nadie más. No veo ningún Ulises ni ningún Hércules, por hablar de la épica a la que hacía alusión.

¿Como ve Cádiz ciudad?
—Es un acto fallido. Me encanta la ciudad, es increíble, pero políticamente es un acto fallido desde la última legislatura de Carlos Díaz. No ha conseguido avanzar nada desde entonces. Todo ha sido populismo, en un caso de derechas, y ahora de izquierdas, cortito. Una ciudad no vive a costa de populismo, tiene que tener la capacidad de inventar, y es su gran pecado. No es una ciudad muerta, es muy viva, porque tiene muchas potencialidades, pero duerme el sueño de los justos.

Por lo que respecta a su labor como senador, en la provincia hay cuestiones prioritarias, caso del paro, la inmigración, el narcotráfico... ¿Qué le pide al ministro Zoido?
—Al ministro le recomendaba que se pasara una semana en Cádiz, pero no de vacaciones, sino recorriendo el litoral, para que vea en lo que la falta de política de seguridad está convirtiendo a las playas de Cádiz. Lo llevaba a Conil para que viera que la estación del SIVE de Conil, que no sólo está para combatir el narcotráfico, sino el tráfico de vidas humanas, lleva desde 2015 estropeada y sin funcionar. En la playa de la Victoria aparece una patera abandonada, ¿pero esto qué es? O alguien pasea por una playa de Tarifa y se encuentra 780 kilos de hachís. O en La Línea se agrede a los agentes que van a impedir que se haga el desembarco de la droga. Esto es la frontera sur de Europa y tenemos récord de inmigración, récord de llegadas de embarcaciones con hachís, de escasez de policías y guardias civiles, y dañadas las infraestructuras de vigilancia, y todo eso en medio de una amenaza yihadista potente. Le diría que se viniese una semana a hacer guardia por la noche con los agentes.
 

¿Está a gusto como senador?
—Yo no puedo echar de menos la política municipal porque  cuando no estoy en el Senado estoy en el Ayuntamiento. La política local es lo que me ayuda a matar el gusanillo de la política real. Quién me iba a decir a mí que en el Senado iba a haber un 155. Yo decía que necesitaba un lifting, no pienso que sea inútil, pero se debe convertir en una auténtica cámara territorial y también de lo local. No tiene por qué ser una institución muerta.
 

¿Le preocupa que la actual política de pactos y coaliciones pase factura al partido a nivel local?
—Una de las cosas de las que debe preocuparse el Senado es de la reforma de la ley electoral. La segunda vuelta ya, y eso acaba con la inestabilidad y el transfuguismo del tirón. 

*Entrevista realizada en el espacio A Compás de Ondaluz TV con la participación de Pedro Espinosa y Elena Carmona.

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