Escrito en el metro

Penélope, la estación 18

Nos dan miedo esas grandes palabras que nos hacen infelices, decía Joyce

Si James Joyce hubiese vivido hoy en Málaga, las aventuras y desventuras de su Ulises las hubiese escenificado en este metro. No en vano, según algunos, el Rey de Ítaca fue el primer turista que nos visitó. Vino en busca de su ninfa Calipso y aquí permaneció con ella durante siete años. La novela de Joyce se divide en dieciocho episodios, tantos como serán las estaciones del metro cuando se inaugure la imprescindible de Guadalmedina. El último de los episodios del libro es el dedicado a Penélope, símbolo de la esperanza en la espera. Es un bonito emblema para esa estación décimo octava, y así rememorar la paciencia de miles de malagueños en alcanzar las puertas del centro de la ciudad gracias a este modo de transporte.  

El próximo domingo será un buen bloomsday para el metro, hará tres años de su inauguración. Al igual que la fiesta dublinesa  que rememora la singular odisea vivida en un solo día por Leopold Bloom, el Ulysses irlandés, aquí bien merecerá la pena oír a los próceres dar cifras entre supuestos acuerdos y veladas desavenencias. Nos dan miedo esas grandes palabras que nos hacen infelices, decía Joyce. Mientras tanto los ya miles de usuarios del West Side malagueño, los que viven al oeste del río, esperan ansiosos  poder conectar con sus vecinos del este y el norte de la ciudad en tiempos acordes con el momento que vivimos. Seguirán oponiéndose los cíclopes que tan sólo ven con el ojo de sus intereses cotidianos, azuzados de dulces voces de sirenas, los lestrigones que solo aprecian el negocio, su particular forma de saciar su antropofagia, pondrán de su parte, y los lotófagos, comedores de loto, repartirán sus codiciadas flores para hacernos olvidar que hubo problemas. Mientras esos argonautas, conductores de los trenes, se siguen afanando en condiciones adversas para que todo funcione a la perfección.

Ya no puede sentirse malagueño del siglo XXI el que no haya vivido la experiencia de viajar en su metro. Son ya muchos los que cada día a través de sus túneles sueñan con alcanzar una nueva Ítaca. Pero como Penélope habrá que seguir esperando otros tres años para alcanzar de nuevo ese fin de viaje. Es la peculiar odisea del metro malagueño.

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