Escrito en el metro

Miren hacia París

De nuevo será París la que con huelgas y manifestaciones ponga en cuestión si este modelo económico que nos han impuesto, es el mejor para la ciudadanía.

Si a mayo lo identificamos con el mes de las revoluciones, a Junio siempre le tocó el sosiego preparatorio de la calina estival. Sin embargo este sexto mes se nos presenta animado. Unas elecciones en nuestro país con la curiosidad de saber qué partido de la fragmentada izquierda alcanzará la supremacía y si serán capaces de ir a un gobierno de concentración.  El Reino Unido, en su entendimiento histórico de que se trata de un continente distinto, decidirá si mantenerse en la Unión Europea, en una campaña en la que el primer ministro presagiaba de manera escalofriante que la salida de la UE pondría en riesgo la paz europea. Por su parte Merkel y sus aliados del Norte seguirán reclamando a los demás políticas económicas más austeras, mientras ellos fortalecen su industria y su paro desciende a mínimos históricos. Pero toda la atención mundial empieza a estar centrada en Francia. De nuevo será París la que con huelgas y manifestaciones ponga en cuestión si este modelo económico que nos han impuesto, y que aquí hemos aceptado de manera dócil, es el mejor para la ciudadanía. Todo parece apuntar a que Junio será el mes en el que se abra la puerta de cómo se construirá la UE versión2.

A España nunca nos fue bien mirar a los vecinos de nuestros vecinos del norte. Ni Alemania ni el Reino Unido fueron a lo largo de la historia leales aliados de nuestro pueblo, más bien nos despreciaron con la soberbia y la superioridad de unos nuevos imperios. Por el contrario, los  españoles afrancesados siempre fueron los grandes impulsores de las corrientes reformistas de nuestro país, a la par que los galos siempre acogieron con grandeza nuestra cultura. A pesar de los tópicos de que nosotros les llamemos gabachos y ellos nos identifiquen como ‘merdellones’, tenemos demasiado en común y nos entendemos desde el respeto nuestros principios y valores.

¿A quien no se le eriza la piel cada vez que escucha a Humphrey Bogart, con profunda voz doblada, decir aquel mítico ‘siempre nos quedará París’? Esa mezcla entre la desolación y la esperanza vertida en cuatro palabras, adquirirá más fuerza en los próximos días. Por encima del campeonato europeo de fútbol, habrá muchas cuestiones que nos deben hacer pensar. Miremos a París.

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