El obispo Antonio Añoveros , al que Arias Navarro quiso expulsar de España, puso el dedo en la llaga y sé dolió de la situación horriblemente penosa que se creó en La Línea cuando Franco cerró la verja para ahogar a Gibraltar y de un día para otro los obreros y los comerciantes españoles tuvieron sólo algunas horas para abandonar propiedades, puestos de trabajo, sustento, amistades y familias.
La situación se mantuvo entre 1969 y 1982. Familias separadas, negocios y empleos perdidos y trayectorias profesionales truncadas para siempre. Muchos linenses se fueron a Londres, Barcelona o Rota - a la base americana por su conocimiento del inglés-. El Caudillo - que desechó la operación Félix, que le proponía Hitler en 1940 para la toma de Gibraltar- se atrevió contra los suyos mejor que contra los ingleses porque a lo primero estaba acostumbrado desde 1936, mejor que a lo segundo, que podría significarle la pérdida del uso fraudulento del Salón del Trono del Palacio Real, que detentaba con descaro, por derecho de conquista, que no por voluntad de los españoles.
Aquel fue un “primer Brexit” radical, hecho desde España, para que la fruta madura del Peñón -que no de Newton sino de Castiella - cayese del árbol. A Sir Isaac Newton le vino la sabia reflexión: “¿Por qué esa manzana siempre desciende perpendicularmente hasta el suelo?” Y dedujo la ley de la gravitación. A los gobernantes españoles la manzana les cayó en la cabeza y los atontó, sin más.
El “segundo Brexit” - en afortunada expresión del linense Juan Chacón- se cierne en el Campo de Gibraltar sobre la presente generación. No se pueden repetir los errores del pasado. Es un despropósito pagar de nuevo en La Línea, en esta ocasión por la torpe decisión de los británicos de salir de la Unión Europea, ignorando el célebre discurso de Churchill del 19 de septiembre de 1946: “Los cañones han dejado de disparar, la lucha ha cesado, pero no se han detenido los peligros. Si queremos construir los Estados Unidos de Europa, cualquiera que sean el nombre y la forma que tomen, debemos empezar ahora”. Caminar hacia atrás es peligroso, porque los ojos son los que nos guían, miran hacia adelante e indican que los pueblos están antes que las banderas, los ciudadanos antes que las patrias, el reconocimiento mutuo de las personas antes que los prejuicios. ¿Se habrá aprendido la lección?
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