En román paladino

El pirómano

Su islamofobia ha primado sobre los intereses generales

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Es difícil que un mandatario concite más antipatía  en el extranjero que el presidente norteamericano Donald Trump. Desde el inicio de la campaña electoral actuó como un pirómano. Rompiendo puentes y quebrando la sociedad norteamericana. Salió elegido presidente conociendo la mitad de los votantes norteamericanos que lo elevaron a la presidencia -en realidad menos votantes que los que tuvo Hillary- que era un despreciable machista (“Cuando eres una estrella,  las mujeres te dejan hacerles cualquier cosa. Agarrarlas por el coño. Lo que sea”). También sabían que era un supremacista blanco. Sus ataques a los mejicanos e hispanos han sido terribles ("Cuando México envía su gente, no envían a los mejores. Envían gente que tienen muchos problemas…los inmigrantes mexicanos traen drogas, crimen, son violadores y, supongo que algunos, son buenas personas”). La lista puede continuar.

La última medida  -establecer su embajada en Jerusalem-  adoptada por Trump lo ha enfrentado a 1500 millones de musulmanes  y ha preparado el camino para acentuar el odio entre las comunidades  de Oriente Medio  y del resto del mundo. Hasta el Papa ha alzado su voz para salvaguardar la ciudad de las tres religiones. Apoyar a su doble en Israel, Netanyahu, será un buen negocio para su política antimusulmana -que liga siempre al terrorismo, como  demostró con los videos británicos subidos por él, que han soliviantado hasta  a Theresa May- pero es un pésimo recado para la paz en el planeta. Pone en una situación comprometida a todos los países musulmanes moderados el día que Irak anunciaba el aniquilamiento del Estado Islámico en su territorio. A Europa, a la Unión Europea, la deja tocada del ala. 

La ola de protestas, la Intifada, el “incentivo” para atentados, el poco margen de la política europea en la zona, un proceso de paz araba-israelí arrumbado, el frente antiiraní puesto en cuestión…todo son pérdidas en el escenario internacional y ninguna ganancia.

Pero el lema de campaña de Trump es “America, primero” y el acoso de la fiscalía que sufre por sus claras conexiones con el Kremlin, antes y durante la campaña electoral, su necesidad de contentar a los donantes  de su campaña que le exigen el cumplimiento de su promesa -  sólo el magnate que quiso hacer de Madrid un casino le donó 35 millones con esa condición- y su islamofobia comprobada han primado sobre los intereses generales y la paz mundial.  

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