En román paladino

Cartas iban y venían

A estas alturas todo el mundo tiene claro que los independentistas catalanes tenían un plan

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Las cartas que cantaba Pareja Obregón eran de Londres a Madrid entre Victoria Eugenia y Alfonso XIII. Eran cartas de amor.  Éstas que nos ocupan son entre  Madrid y Barcelona. Y no son  precisamente amorosas. Algún día se acabará el papel y o se verán personalmente o hablarán por teléfono.   Parece lo menos  probable. Puigdemont ha aprendido de alguno de sus antepasados andaluces el arte de Pedro Romero y da lances largos, profundos, al presidente español que parece que hasta el jueves va a tolerar que el novillero gerundense se muestre como un maestro. Veremos que sucede tras el jueves.

A estas alturas todo el mundo tiene claro  que los independentistas catalanes – tanto los que lo eran desde hace tiempo, como los secesionistas de vocación sobrevenida- tenían un plan. Un plan preciso, bastante minucioso y sus detalles se están conociendo pormenorizadamente por los papeles incautados en los registros a los altos cargos de la Generalitat. Todo estaba previsto y  siguen adelante. Hasta el Parlament ha abandonado su cadencia –casi ritual- de reuniones plenarias para convertirse en una cámara chicle que se estira o se encoge a la conveniencia de los grupos que tienen la mayoría. La mesa y el pleno del parlamento de Cataluña se han convertido en una extensión de los partidos secesionistas sin miramiento alguno de sus normas. Da lo mismo lo que estipulen los artículos del reglamento o los dictámenes de los letrados, se hace lo que previamente se ha decidido por  los partidos que están en la operación del “procés”.

Cartas iban y venían. Cartas vienen y van. El ambiente de cachondeo se incrementa. Y vale para cualquiera de sus contrastadas acepciones  académicas: “1.Acción y efecto de cachondearse. 2.  Falta de seriedad o rigor en un asunto que lo exige”.

Falta poco para terminar la tragicomedia. Tarradellas ha sido recientemente alabado y añorado por el editorialista del periódico catalán de mayor tirada –La Vanguardia-:   “Los males que Tarradellas quiso conjurar eran el ideologismo, el partidismo, el aventurismo y la sobreexcitación….  si las viejas virtudes de Tarradellas (sensatez, realismo, pragmatismo, sentido de la unidad civil y de la lealtad institucional, predominio de la jerarquía sobre las emociones de la calle) no encuentran eco en el president Puigdemont…” no vendrán sino males para Cataluña y España. Cerca de 600 empresas lo están avisando huyendo de la quema y los jueces siguen su trabajo.

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