En román paladino

Bananera

El Rey se ha dirigido anoche a los españoles. Ha roto un silencio clamoroso. El momento es adecuado.

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Los guardias civiles y los policías están corriendo en Cataluña delante de los manifestantes. En España la imagen de la que se ufanan los millones (ahora, naturalmente) de antifranquistas era de haber corrido delante de los “grises”, color antiguo de los uniformes policiales. El cambio tiene un origen.

La orden de entrar en horas de atiborramiento en los colegios electorales, recibida de  los mandos políticos por las Fuerzas u Cuerpos de Seguridad del Estado, que  afectaron a la “normal convivencia ciudadana” -que era el límite que puso la juez encargada de Barcelona-. La actitud de brazos caídos de los aplaudidos mossos de Escuadra, practicando un innovador colegueo y buen rollo, desconocido hasta ahora en las fuerzas del orden, que debían actuar de madrugada, antes de la apertura de los colegios electorales, ha dejado en la pupila de los catalanes que querían votar (alrededor de dos millones) la imagen de dos tipos de policías, los buenos (mossos) y los malos (los estatales). Injusto con los que tienen, además, peores retribuciones y acosados por el odio sembrado por los secesionistas. La inacción gubernamental  no la  cambió el despacho barcelonés de  la vicepresidente Soraya. En la república bananera que paga a los huelguistas.

El Rey  se ha dirigido anoche a los españoles. Ha roto un silencio clamoroso. El momento es adecuado.  En la película que emiten los cines estos días “La Decisión del Rey”, el rey noruego –Haakon VII-  se niega a la colaboración con los invasores nazis, a pesar del dominio de los alemanes sobre  Noruega y sabedor de que enviaba a la muerte a miles de jóvenes. Lo contrario de Constantino de Grecia que colaboró con los coroneles golpistas y le costó el trono. El rey español no tiene unos retos tan dramáticos pero la Constitución dice que “El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones…”. De su unidad y permanencia.  Tiene que hacer honor a este precepto y mostrar, además,  un comportamiento económico ejemplar e intachable, que se ha echado en falta anteriormente, a pesar del 23-F y de la apuesta indudable por la democracia, de quien fue puesto por Franco, aunque ratificado  más tarde  por el texto constitucional.

A resultas de conocer su intervención, la ciudadanía necesita un rayo de esperanza y seguridad en este marasmo, que se ha convertido la política catalana y española.

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