En román paladino

Los autócratas son peligrosos

Se extienden los discípulos de Putin, con opiniones públicas controladas

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De las bondades de la democracia una de las más destacadas es el control parlamentario.  El sistema obliga a actuar con cautela  porque el ejecutivo se debe al parlamento y  a la opinión pública manifestada en los medios de comunicación  y en las  nuevas redes sociales.

La crisis de Corea se acerca ya peligrosamente a una conflagración de alta intensidad.  Sucede porque el régimen norcoreano es una especie de parque temático de un comunismo arcaico y autocrático, obligado además por las restricciones a su comercio internacional, pero con bombas nucleares.  Su aislamiento y su  autarquía hacen de Corea del Norte una república  hereditaria  y ya van por la tercera generación de los Kim.  Se trata de una burbuja dictatorial y su anterior aliado tradicional, China, ya acerca tropas a la frontera mientras el nuevo vicepresidente estadounidense –Pence-  visita con malos augurios la zona y lleva a gala  la credibilidad de Trump en materia de disuasión,  tras  los misiles lanzados  sobre  Siria y “la  madre de todas las bombas” sobre Afganistán.  De paso,  ha querido hacer olvidar las concomitancias rusas de la campaña electoral. 

Otro autócrata está en Turquía. Ha echado de los puestos de la administración a la friolera de  100.000 funcionarios – jueces, policías, militares y profesores -  por  veleidades opositoras, tras el fallido y oscuro intento golpe de Estado. Ahora ha ganado por la mínima un referéndum en el que el triunfo  se debe a la validez otorgada a papeletas no oficiales, como han denunciado los observadores internacionales y con la felicitación de Trump.  El fondo es la deriva hacia poderes absolutos del presidente Erdogan. La increíble excusa ha sido  un anciano clérigo –Gülen - que reside en Norteamérica.   Se extienden los discípulos de Putin,  dirigentes con poder y con opiniones públicas controladas  y parlamentos decorativos.
Finalmente Maduro en Venezuela, que ve complots en todas partes, ha decidido armar a un millón de sus seguidores civiles para defender a la patria, es decir, a él mismo.

Estos regímenes a medida que apagan la fuerza de la opinión pública  se acercan más a la dialéctica amigo-enemigo (la que gusta emplear a todos los nacionalismos) con el claro objetivo de enfervorizar  a sus ciudadanos afines y poner en entredicho a los oponentes. Nada nuevo bajo el sol.  

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