En román paladino

PSOE, ¡tenemos un problema!

El partido del miedo no está en las reuniones entusiastas de la militancia, como la de Cádiz, que invoca la utopía de un viejo nuevo partido

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Las células de combustible que proporcionaban electricidad, agua, oxígeno y luz fallaron cuando los astronautas del Apolo 13 –en 1970-  se encontraban aproximadamente a 320.000 kilómetros de distancia de la Tierra. Dice la sabia Wikipedia que la frase exacta fue: “Bien, Houston, hemos tenido un problema aquí”, pero la frase popular es “Houston, tenemos un problema”. Los astronautas afortunadamente se salvaron en un rescate de emergencia.

La frase se puede repetir con ocasión de la segunda visita de Pedro Sánchez a Andalucía, en este caso, a Cádiz.  La adaptación de la frase –PSOE, tenemos un problema- tiene que ver con la escandalosa división entre militantes y dirigentes. No puede admitirse racionalmente  como  normal que se convoque un acto público socialista  y, según  quién sea el convocante,  se vea repleto de cargos públicos –diputados, senadores, parlamentarios andaluces o alcaldes o consejeros y directores generales- o con una masiva presencia de afiliados  y una escuálida representación de esos cargos.  ¿Existen dos almas socialistas tan diferenciadas? ¿Cómo se hace posible esa doble situación? ¿Qué divide a los socialistas?

Bergamín tiene un espléndido artículo sobre los acontecimientos de Mayo del 68 francés titulado  “Las tormentas del 68” en el que cuenta sus encuentros con el escritor André  Malraux –ministro de Cultura de Charles De Gaulle y combatiente, sin embargo, con la Republica española-. Malraux, a pesar de su pasado, se integró en lo que José Bergamín denomina “el partido del miedo”, la gran marcha gaullista de 300.000 personas que acabó con la revolución del mítico Mayo del 68.

El partido del miedo no está en las reuniones entusiastas de la militancia, como la de Cádiz, que invoca la utopía de un viejo  nuevo partido  en una sociedad renovada. El partido del miedo no está entre los miles de afiliados que no tienen cargo público que perder. Eso quizá explique el ataque de responsabilidad de tantos y la libertad de conciencia de muchos más. El uso de la libertad y la ausencia de ataduras decidirán el resultado de las primarias socialistas,  una contienda pacífica –como la denominó Ana Hidalgo, la alcaldesa de París, en su mensaje de apoyo a Sánchez – y que tiene que dirimir el futuro del socialismo democrático en nuestro país.  Por cierto, Malraux dejo de ser ministro en 1969.  n

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