En román paladino

La Mesa del Tabaco y la ‘revolución caqui’

La Organización Mundial de la Salud entiende que la industria del tabaco no debe entrometerse porque no es un actor en la prevención del tabaquismo. Lo mismo que el rastreo del comercio ilícito lo debe hacer el Estado sin la cooperación interesada de las marcas.

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Hasta la Defensora del Pueblo europea, Emily O'Reilly, está enfurecida buscando las  concomitancias entre las tabaqueras y la propia Comisión Europea en tiempos de Durao Barroso. El mosqueo estriba en que duda de la lealtad de las tabaqueras a la hora de identificar el tabaco incautado porque son juez y parte en el proceso de identificación de los códigos del tabaco, con la consecuencia correspondiente sobre los ingresos para estados miembros de la Unión Europea. La Mesa del Tabaco no ha protestado por poner al zorro a cuidar el gallinero cuando Philips Morris ha regalado al Gobierno para el uso por las fuerzas de seguridad del Estado de las maquinas detectoras.
La lucha contra el tabaquismo ha conocido en nuestro país muchas etapas. En 1999 se prohibió fumar en trenes, autobuses y aviones, más recientemente se ha prohibido hacerlo en bares y restaurantes, también en los lugares públicos de los transportes públicos, en los centros de enseñanza y en oficinas públicas y ahora en muchos países se plantean prohibirlo en  los coches si hay niños en su interior. Pero hay en la lontananza una guerra más fuerte. Australia, Irlanda, Nueva Zelanda y recientemente el Reino Unido han aprobado, y ahora Francia, con   polémica,  discute, la implantación  del empaquetado o envasado genérico que estandariza todos los envases eliminando diseño y colores para hacerlo menos atractivo y ampliando las advertencias de peligro contra la salud. Le llaman la “revolución caqui”  -el color de la nueva cajetilla- y su finalidad es restarle sobre todo consumidores jóvenes al tabaquismo. La Mesa del Tabaco rechaza la aprobación del empaquetado genérico del tabaco por boca de su  portavoz Juan Páramo: “Es una medida claramente ineficaz al no conseguir el objetivo de salud que persigue y desproporcionada, ya que supone la expropiación de las marcas a las empresas facilitando las actividades ilícitas de los que no cumplen la ley”. La Organización Mundial de la Salud entiende que  la industria del tabaco no debe entrometerse porque no es un actor en la prevención del tabaquismo. Lo mismo que el rastreo del comercio ilícito  lo debe hacer el Estado sin la cooperación interesada de las marcas. 160 españoles mueren cada día a consecuencia del tabaco. 

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