En las concentraciones del 15-M y ¡Democracia real, ya! de la Puerta del Sol de Madrid se gritó que esa revolución no iba a ser televisada. “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, era el lema. Algunos llegaron más lejos y concretaron: “La Revolución no será televisada porque los medios de in-comunicación capitalistas no son más que la voz de sus amos. Ya que en el caso de los TVs empresariales estos están financiados por las misma élite bancaria que nos tiene esclavizados.” Y así fue – por eso tan español, que popularizó José Bergamín, “por el arte de Birlibirloque”- como la nueva “revolución” se instaló en las televisiones de los capitalistas… Eran malas hasta que llegaron ellos y ocuparon todo el panel de la Cuatro y de la Sexta. En las encuestas pasa lo mismo. Todas son malas, salvo para el que las gana. Los que suben están contentos y los que bajan no se la creen. Ayer publicó el Centro de Análisis y Documentación Política y Electoral (CAPDEA) de la Universidad de Granada su competente estudio electoral y concluía que el PSOE volvería a ganar las autonómicas por más de 10 puntos al PP, con subidas de Podemos y Ciudadanos, que a la gente le ha parecido bien el pacto de investidura de Susana Díaz y que habría empate técnico PSOE/PP en elecciones generales. Dos datos han pasado más desapercibidos. El primero, que son más los insatisfechos que los satisfechos con el resultado de las municipales en su municipio. 42% frente a 47%. Y la cifra de los descontentos aumenta si se pregunta por el resto de los municipios andaluces. 32% frente a 53% que están disgustados con el mapa resultante en los ayuntamientos. El otro dato es, por el contrario, mucho más positivo. Los que han decidido no ir a votar en las generales es sólo un 4,4% del electorado. Significa una cifra mínima frente al 17,3% que lo decía en el invierno de 2012. Los nuevos partidos es claro que llevan a las urnas a nuevos votantes y antiguos abstencionistas. Nos ha tocado vivir una democracia televisada, una democracia instantánea. Eso es bueno para todos, quizá menos para los periodistas. Lo certifica uno de ellos. Dice José Antonio Guardiola: «La brecha que separa el hecho noticioso del ciudadano se ha estrechado tanto que apenas queda hueco para el periodista». También es malo para la reflexión.
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