Se ha puesto de moda ante la constitución de los nuevos ayuntamientos, con pactos de geometría variable, que lo bueno para los acuerdos políticos y los pactos es hacerlos no sólo con luz y taquígrafos sino delante de un reducido grupo de personas interesadas que se constituyen en fedatarios y avalistas de los acuerdos que se puedan alcanzar. Se plantea un dilema difícil. El público se representa a sí mismo pero se arroga ante la opinión toda la representación de la comunidad. ¿Y que pintan miles de votantes que no acuden a esos encuentros? ¿Democracia directa sin urnas? ¿Democracia de activistas? ¿Quién la valida? ¿Y los que han sido elegidos en las urnas? ¿Se ha cambiado ya el sistema de representación? Avisen, por favor.
Se descalifican los encuentros de despachos, las cenas reservadas, como las de Sánchez e Iglesias, hasta las reuniones en sedes de partidos políticos…Eso es política antigua, del pasado siglo XX. Cosas de Churchill, Roosevelt y Stalin. Era el estilo de la entrevista de Franco y Hitler. La diplomacia secreta, no obstante, ha llegado hasta el Papa Francisco, Obama y Raul Castro para terminar con el bloqueo de la isla de Cuba. Tampoco transmitieron por el canal de You Tube o por los canales de streaming las negociaciones de Kerry con el régimen iraní de los ayatolás para el problema nuclear. ¡Que atrasados estos negociadores!
La democracia es el sistema por antonomasia de la sociedad abierta. Le repugna por definición el secreto y el ocultismo. No puede ser de otra manera. En parte, porque lo que no se sabe hoy se termina sabiendo mañana. En parte, por el respeto que merece el ciudadano que opina y elige. Hay una exigencia clara de los ciudadanos de transparencia, de visibilidad, de plena luz. Los ciudadanos tienen derecho a conocer los acuerdos que se alcancen entre las fuerzas políticas que van a gobernar en nombre de los demás y con fondos que los ciudadanos transferimos con nuestros impuestos. Sin embargo, de la misma forma que todas las democracias tienen servicios secretos que acumulan información para combatir a las mafias, a las organizaciones criminales, y hasta golpistas, que conspiran contra el propio Estado, y no por ello dejan de ser democracias, cualquier negociación democrática puede requerir un periodo exploratorio de estudio de propuestas que no tienen que ser retransmitidas en directo y no por ello no dejan de ser éticas. Los acuerdos sí tienen que ser públicos y sin cláusulas secretas. Sobra demagogia vendida como nueva política.
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