Ya pasaron las Elecciones Autonómicas y Municipales. Sólo restan las Elecciones Generales de noviembre de 2015. Quedan sólo seis meses para que se pueda producir un giro político más que necesario en España. El PSOE de Andalucía es la principal organización territorial del PSOE, por número de afiliados, por agrupaciones y por resultados electorales –las tres últimas elecciones ganadas- y eso le exige la mayor responsabilidad por el bien del PSOE, de Andalucía y de España. Como sucede en las empresas, el accionista mayoritario e institucional no tiene el mismo peso corporativo que el accionista individual. Y tener la mayor responsabilidad significa estar obligado a un comportamiento más equilibrado y más solidario y comprometido que los demás.
Pero lo que hemos visto estos meses en el PSOE andaluz no se compadece con esa imagen. Los juegos de guerra y las travesuras al escondite, cuando no un claro desafío hacia el único secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que ha sido elegido con los votos directos de los afiliados, no se corresponden con un partido ganador. El socialismo está de nuevo en puertas de la oportunidad de recuperar el poder político en España y esa posibilidad no es una diversión sino una obligación, también moral, porque cuando el PSOE ha gobernado a Andalucía le ha ido bien. Relata Kant en su opúsculo “Replanteamiento sobre la cuestión de si el género humano se halla en continuo progreso hacia lo mejor” si es posible escribir la historia a priori. Es muy sencillo, señala el filósofo, cuando es el propio adivino quien causa y prepara los acontecimientos que presagia. Remontarse a Kant para algo tan evidente, que ocurre delante de nosotros puede parecer o innecesario o petulante por mi parte, pero él concreta más: “A los profetas judíos les resultaba muy fácil predecir el carácter inminente, no sólo de la decadencia, sino de la plena desintegración de su Estado, ya que eran ellos mismos los causantes de tal destino”.
Ha dado la impresión de que el socialismo andaluz remaba contra corriente, se incomodaba con las visitas del líder nacional e incluso pronosticaba su hundimiento. Que duda cabe que eso significa una ceguera histórica, ante el panorama de la irrupción de nuevos partidos, porque las discrepancias no son sobre propuestas y lo demás no importa nada al ciudadano, que lo que desea es un cambio en la gobernación del Estado. Está en juego la decencia de un país y el bienestar de los ciudadanos.
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