En román paladino

Una mano en el cogote

Altivo y engreído, hablaba como perdonavidas y miraba al cielo de España mientras realmente se ocupaba de su predio familiar

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¿Por qué nos ha leído tantas veces la cartilla? ¿Por qué él y los que son como él conocen las recetas que nos convienen a los demás  de manera tan certera? ¿Por qué creyó que en  los colegios de élite en los que estudió le enseñaban a mirar por encima del hombro a los demás  componentes de la familia humana? ¿Por qué la norma de comportamiento que exigía a los otros – Hacienda somos todos, cumplimiento de las obligaciones fiscales y demás monsergas mentirosas – no se aplicaron  a su vida como empresario o financiero?

No hay manera de explicar, desde el punto de vista del servicio público, que en momentos de  dificultad para conseguir financiación  para  las empresas en toda España, quien regía la política económica   encontraba un ángel salvador en un gran banco, el Hong Kong Shangai Bank (HSBC).  La entidad bancaria más sospechosa del mundo por sus vinculaciones probadas –lista Falciani- con el blanqueo de dinero, por sus conexiones con el narcotráfico o el tráfico de armas y todo lo sucio, dudoso y carroñero que en el mundo ha existido  –el susodicho Hong Kong Shangai Bank (HSBC) – fue acusado de ser el sorprendente  reflotador de sus empresas familiares.  Resultó escandaloso,  como denunciaron  El País y El Siglo,  que las seis emisoras del personaje recibieran en 2001 unos 40 millones de pesetas en contratos de publicidad de Repsol, el 6,66% del presupuesto de la petrolera, una cifra  desorbitada teniendo en cuenta que la audiencia  de esas emisoras no superaba los 26.000 oyentes. Un tímido ejemplo de cómo todas las empresas privatizadas y las grandes de siempre se mostraron obsequiosas  con quien había sido el patrón. Hasta ayer. 

Altivo y engreído,  hablaba como perdonavidas y miraba al cielo de España mientras realmente se ocupaba de su  predio familiar. Decía luchar por el crecimiento patrio y mundial pero  le importaba  engrandecer su patrimonio.  Cuando vinieron mal dadas y, tras haber hecho naufragar a miles de pequeños ahorradores que confiaron en la institución financiera señera del partido capitalino, se supo que su administración había sido espuria, rácana y cutre.  

Todo un presidente sacando a hurtadillas un poco de  dinero de una tarjeta negra el día antes de ser cesado es el preludio perfecto de todo lo que vino después. Desvelado su trapicheo universal,  merece mucho más que una letrilla cruel de Quevedo, un cuplé de carnaval o una mano en el cogote.
Ya hace rato que saben  de quien hablo.  

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