Lo que nos faltaba. Volvemos a La Corte de los Milagros, al Ruedo Ibérico y a todo lo que el inmenso Valle Inclán dio el nombre tan redondo como exacto de esperpento. Hemos vuelto a la España grotesca, que se encuentra sólo a un paso de la España Negra. Estamos al borde del abismo. El pequeño Nicolás no es sino el síntoma. Que los contactos, fotos, andanzas y reuniones no son ni payasadas ni travesuras es más que evidente. ¿Estamos ante una gran estafa a la que no hay que dar la menor credibilidad? Entonces, ¿quien de las personas de la calle con las que nos cruzamos se subió al balcón del PP de la calle Génova a celebrar la victoria electoral de Mariano Rajoy? ¿Quién fue invitado a las reuniones de la Fundación FAES para sentarse codo con codo con el Presidente Aznar? ¿Cuántos fueron a la recepción solemne, de mullidas alfombras y alto copete, en el Palacio de Oriente con motivo de la entronización del Rey Felipe VI?
Lo del CNI –si se confirma- es para exiliarse porque las únicas preguntas posibles son las que siguen y que tendrían que contestarse en el Parlamento, en el Pleno unas y en la Comisión de Secretos Oficiales otras, por la autoridad competente. Algunas por el jefe del servicio, presuntamente, secreto español -por supuesto, militar- : ¿En manos de quien estamos? ¿Quién garantiza nuestra seguridad? ¿Están al mando de esto Pepe Gotera y Otilio y Anacleto, agente secreto? La vicepresidenta del Gobierno parece que estaba en la pomada, la guardia municipal de Madrid ponía coches…el etcétera del muchachito podría prolongarse pero no se trata de escribir una biografía de un niño intrépido ni de sus incautos e interesados protectores.
La naturaleza del escándalo es el estrambótico canto de cisne de una manera de hacer política, sociedad y negocios. Los valores volaron hace tiempo, las convicciones yacen convictas, sólo interesaron los intereses. La rectitud se torció. La entereza ética se truncó. Los valores cívicos -.que en Francia llaman, con su carácter rimbombante, valores republicanos- se eliminaron hasta de la enseñanza en las escuelas, para que –supongo- la enseñanza se asimilase a la realidad. El resultado de este desaguisado ha sido moralmente catastrófico para el país y lo relatado no es sino el reality show de la podredumbre con la que hay que acabar. No se sabe cuando se podrá pero es, a todas luces, una tarea urgente.
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