En román paladino

Berlín / Barcelona

España contempla entre estupefacta y sorprendida el comportamiento político incomprensible de los gobiernos catalán y español.

Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai

Berlín. Hace 25 años cayó aquel muro odioso. El muro de la vergüenza.  Era  para defender el paraíso  comunista. ¿Un paraíso con muro? Yo pasé aquel muro en 1971. Entré en el paraíso y preferí el mundo degenerado del capitalismo.  Tenía la misma opinión de la vida allí dentro que los centenares que fueron acribillados entre sus espinos o los que, usando mil artilugios, lograron traspasarlo buscando otra vida en libertad.
Había que estar ciego y ser masoquista para comparar los dos Berlín y escoger el del sistema comunista. Salvo los espléndidos museos y la magnificencia arquitectónica del Berlín Oriental,  todo lo demás era  muy sombrío. La entrada a través del muro era  vejatoria,  por lo que el Checkpoint Charlie carece de la más mínima emoción, aunque hoy sea un atractivo turístico. Recuerdo la entrada  por los extremos controles policiales, por el tipo de cambio expropiatorio que las autoridades establecían, un marco occidental por un marco oriental -ya sólo al entrar ofrecían un cambio de uno por diez en el mercado negro-, por la imposible comparación entre ambas partes de la ciudad, por las espantosas torretas de control, así que el paraíso comunista no podía existir en esas condiciones de falta de libertad.  Ése no podía ser el camino hacia ninguna cosa buena, por mucho que celebrasen sus logros con grandes cartelones propios de todas las dictaduras.
Barcelona. Ayer. Junqueras y Mas hablan de libertad. No vivieron el muro ni lo pasaron con toda seguridad. Cuando cayó el muro, en 1989, se derrumbó un modelo y el capitalismo –sin el polo comunista- abandonó su careta y se hizo ultraliberal, mientras la socialdemocracia perdía su espacio. Avanzó la unión europea y, en contraposición, con la crisis interminable  han crecido los particularismos y los partidos extremos en toda Europa. También en España, donde se plantean nuevos muros con cara de no haber roto un plato.
España contempla entre estupefacta y sorprendida el comportamiento político incomprensible de los gobiernos catalán y español. Rajoy ha actuado como un Don Tancredo y Mas como un aventurero. La degradación de la calidad de la democracia española y la crisis han  hecho que la canalización de los enfados ciudadanos se hayan encaminado en Cataluña por el camino de la reivindicación separatista y en el resto de España por la profunda desazón con  la democracia, tal como la hemos conocido. ¿Cómo terminará?  Nadie lo sabe. Hoy domina la incertidumbre y no se abren paso las soluciones.   

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN